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Ingeniería Química

  • I.Q. Arturo Álvarez Ramírez.
    Clase de maestro: 
    Destacado
    Semblanza: 
      Arturo Álvarez Ramírez nació el 05 de Mayo de 1935 en Zapotlán el Grande (hoy Ciudad Guzmán) Municipio del Estado de Jalisco, hijo de Don Magdaleno Álvarez Rodríguez y de Doña María de Jesús Ramírez Rosales. Fue el octavo e hijo menor de una familia provinciana de clase media baja progresista y sobresaliente como lo demuestra el hecho de que Arturo realizara estudios universitarios, una rara distinción en la década de los cincuenta del siglo pasado, especialmente en el medio provinciano.   La familia Álvarez Ramírez, típica familia de las reconocidas como las familias buenas de su tiempo, formada en las virtudes y los valores humanos heredados de generación en generación del digno orgullo a la identidad, por sobre todo la autosuficiencia, subsidiaridad y alto sentido de responsabilidad mediante la reverente disposición al trabajo, respeto al prójimo y santo temor de Dios en el legítimo, y legal, ejercicio de la libertad de credo conferido en la Carta Magna y los Derechos Humanos Universales. Su padre, Albañil de oficio, con capacidades excepcionales capaz de leer e interpretar no solamente planos arquitectónicos y constructivos sino también planos de instalaciones industriales, un auténtico “rara avis” de su medio, contratado inicialmente como un maestro de obra de los muchos que son contratados al inicio del desarrollo de un proyecto y pronto habría de convertirse en un elemento indispensable, en este caso, para el Ingenio Industrial Azucarero “Tamazula”, del municipio del mismo nombre, desde su fundación, hasta la muerte de Don Magdaleno quien dejó una insuperable trayectoria de 63 años ininterrumpidos sin una sola falta a su trabajo. Su madre, Doña María de Jesús, un acabado ejemplar decimonónico de la mujer mexicana, abnegada, sumisa, servicial y devota, entregada a la procreación y a la educación (educación de la que se mama) de sus hijos, y en servir a su Dios y a su prójimo, que se distinguió por su virtuosismo culinario y por el raro y generoso atributo de saber “ayudar a bien morir” a los moribundos y a proporcionar reconfortante consuelo a los deudos ante el traumático misterio de la muerte.   La familia Álvarez Ramírez no obstante ser una familia numerosa y de haber iniciado sin patrimonio alguno, con el tiempo, el trabajo y el esfuerzo, llegó a gozar de cierta solvencia económica que les hacía verles como “los riquillos” del barrio, en virtud de que su padre tuvo la visión de montar una pequeña empresa elaboradora de pisos y losetas de mosaico y granito que desde temprana edad, Juana, la hija mayor, administró con sobresaliente eficacia, lo que le permitía al Maestro de Obra Magdaleno Álvarez desempeñar su bien remunerado trabajo y complementar los ingresos familiares. Como suele suceder en estos casos, a los más pequeños de la familia les toca disfrutar de privilegios que los mayores no tuvieron. Siendo Arturo el último de la familia, estudió en “los mejores Colegios”, en Ciudad Guzmán, en esos años, el único Colegio, y por lo tanto, al que iban a estudiar los hijos de “los ricos”. En Ciudad Guzmán, como en toda provincia mexicana, la estructura social es muy, muy especial, solamente los lugareños pueden medio entender “las reglas” de los usos y costumbres que dictan, quienes son los pobres, y quienes son los ricos, y las circunstancias en que los ricos son los pobres y los pobres son los ricos, porque, eso sí, todos viven inevitablemente esta compleja realidad, porque en los pueblos la “clase social”, la segregación, se manifiesta en el diario acontecer desde que se nace hasta que se muere. Que si el bautizo y la primera comunión: comunitaria o especial, que si se pertenece a alguna cofradía o se es un simple feligrés,  que si escuela de gobierno o colegio, que si zapatos o guaraches, que si se vive en el rancho, en las orillas del pueblo, en barriada o en el centro, que si dar vueltas en la serenata dominical en el anillo de afuera o en el de adentro, que si se va a los toros a sombra o a sol, que en cual peluquería cortarse el pelo, que si se trabaja para la familia o se es asalariado, que si el matrimonio a las doce con banquete social o en la misa matutina con desayuno familiar, que si León, Rotario o nada, que si los hijos nacen con partera o con médico, que si la misa de difunto de cuerpo presente con candiles encendidos, cantos gregorianos y bendición papal o simple misa ordinaria “rezada”, que si propiedad en el panteón con lápida de tantas gavetas y monumento o simple fosa común,  etc., etc., etc.   Arturo vivió una infancia venturosa pero bajo reglas familiares disciplinarias como lo sugiere el recuerdo que de él guardan sus amigos de la infancia, quienes lo recuerdan como el niño que en los festivales de fin de cursos en el colegio, en la ceremonia de entrega de calificaciones y reconocimientos, Arturo siempre era premiado con las medallas al mérito en “Aseo”, “Conducta” y “Piedad”, porque era regular en él andar bien peinado, impecablemente limpio y calzado lustrado.               Durante la adolescencia, Arturo vivió con normalidad las tempestades de la misma en compañía de sus mejores amigos con los que se suele compartir los sueños y proyectos de vida con mayor confianza e intimidad que con los propios hermanos. Desde su temprana juventud explotó jubilosamente sus habilidades para el canto formando un dueto “ampliamente reconocido” con su primo Genaro, dueto que se hizo famoso entre su ambiente juvenil convirtiéndose en los trovadores consuetudinarios de las serenatas para acompañar a sus amigos a cortejar a sus novias o pretendientas y/o a las suyas propias. Dado su carácter serio, formal, piadoso, introvertido y taciturno, Arturo se enamoró de sus primeros amores con intensidad, esos primeros amores que suelen ser más Platónicos que reales, solo que, como cuentan sus amigos, Arturo aspiraba muy alto al pretender a puras niñas ricas, osando trastocar la escala social que en un pueblo le corresponde, para siempre, al hijo de un Maestro Albañil. Arturo como todo adolescente y bohemio empedernido sufrió y gozó estas emociones. Las reflexiones que suscita vivir y/o sufrir a plenitud, en carne viva, este tipo de “afrentas” en las noches de insomnio que el desdén provoca, motivó a Arturo a planear una especie de revancha del destino que le llevó, junto con sus dos mejores amigos, a internarse por un camino del destino poco explorado por la mayoría de sus paisanos coetáneos: los estudios universitarios. En las elucubraciones febriles de un adolescente, es normal, y más que eso, humano, llegar a proponerse conquistar el mundo para que, redimido de la condición social de origen, la Paloma y la familia de la Paloma que hoy paga con desdén, algún día vea de lo que se perdió. Como dice el  ancestral dicho popular: “De que cosas se vale el destino para llevar a cada quien por su camino”.   Al igual que todos los jóvenes de provincia que en esos tiempos optaban por emprender estudios universitarios, Arturo Álvarez Ramírez se tuvo que trasladar a vivir a la capital del estado a temprana edad, recién cumplidos sus 16 años de vida, para cursar el Bachillerato en la Escuela Vocacional de la Universidad de Guadalajara de 1951 a 1953. Dejar la seguridad y el confort del seno familiar a temprana edad, si bien suele resultar una vivencia difícil y nostálgica, también suele propiciar una acelerada madurez y crecimiento en el sentido de responsabilidad en quien con éxito supera esta etapa de su vida, como en el caso de Arturo, que fue precisamente su madurez y sentido de responsabilidad por lo primero que se distinguió entre sus compañeros de “la Voca”.   Durante las vacaciones de invierno de 1952, estando cursando su segundo año de bachillerato murió su madre Doña María de Jesús Ramírez Rosales, cuando Arturo tenía 17 años de edad. Este lamentable acontecimiento cimbró la estructura familiar. Al poco tiempo su padre conformó otra familia en segundas nupcias mudándose a otra ciudad, y gracias a la fortaleza y generosidad de sus hermanas encabezadas por Juana, quien asumió la rectoría y administración del patrimonio Álvarez Ramírez, Arturo pudo seguir estudiando, ya que su otro hermano, José, cuatro años mayor que Arturo, había ingresado al convento Franciscano donde habría de terminar por ordenarse de sacerdote. A partir de este  reacomodo familiar, Arturo vivió preocupado y ocupado por demandar el menor gasto posible, y efectivamente, vivió con mayor austeridad de la que la realidad le imponía, y así viviría por siempre, austero por elección.   En Septiembre de 1953 inició sus estudios profesionales de la carrera de Ingeniero Químico en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara y los culminó exitosamente en junio de 1958, junto con otros quince egresados condiscípulos suyos: José de Jesús Barbosa Vargas, Cuauhtémoc Dávalos Manzanera, Guillermo Escutia Gleason, Ignacio Gómez Ruiz, Jesús Mario García Muro, Sergio González Rivera, Fortino Lamadrid Granja, Alberto Olguín Erickson, José Eduardo Ochoa Altamirano, Roberto A. Orozco Rodríguez, Carlos Enrique Quezada García, Mauricio Ramírez Hernández, José Manuel Rodríguez Jiménez, Ángel Rubio Tejeda, y Ranulfo Viscarra Topete.   Al terminar sus estudios de la licenciatura en Ingeniería Química en 1958, el Ingeniero Arturo Álvarez Ramírez inició su ejercicio profesional en la Industria Refresquera local (de Guadalajara), inicialmente en el área de producción, aunque pronto se hicieron evidentes sus potencialidades de liderazgo,  administrativas y docentes por lo que fue trasferido al Centro Jalisciense de Productividad, una institución auspiciada por el sector patronal para complementar y/o actualizar la capacitación profesional. Esta  institución a su vez le tramitó una beca al Ingeniero Arturo para la Universidad Brown, campus Syracuse en el Estado norteamericano de New York, en donde de 1959 a 1960 realizó un curso avanzado de Ingeniería Industrial orientado a la capacitación de recursos humanos y productividad, con la intención de que a su regreso, actualizar, rediseñar e implementar los Cursos de la institución que lo patrocinó.   A su regreso de la Universidad Brown, el Ingeniero Arturo además de su vinculación profesional con el Centro Jalisciense de Productividad, también fue invitado a impartir la cátedra de Química Inorgánica en su Alma Mater, invitación que aceptó para iniciar así, seguramente sin sospecharlo, la que vendría a resultar en su destino, su principal responsabilidad profesional trascendental ejercida con record perfecto en asistencia, puntualidad y eficiencia durante 31 años ininterrumpidos, hasta su jubilación en el año de 1991.   En la víspera de una programada intervención quirúrgica de carácter preventivo, al filo de las 19 horas del sábado 28 de noviembre de 1992, Arturo Álvarez Ramírez falleció súbitamente a la edad de 57 años en la rutina cotidiana de su hogar en compañía de sus seres afectivos más íntimos.   Este resumen curricular profesional, visto superficialmente puede sugerir nada extraordinario, y hasta pudiera parecer vacuo o exagerado el término “responsabilidad profesional trascendental”, sin embargo, basta entender, o tratar de entender, lo que significa cero faltas y cero retardos en 31 años lectivos, para percibir que no se trata de “algo” común y corriente; aunque se impone aclarar que, no fue precisamente la asistencia y la puntualidad lo que hicieron trascendental el trabajo profesional del Ingeniero Arturo Álvarez Ramírez; estas dos virtudes, puntualidad y asistencia, fueron solo parte de la forma del invaluable contenido, del, este si trascendental, legado académico del Maestro Arturo Álvarez Ramírez.   Durante su formación universitaria, Arturo Álvarez Ramírez no fue un alumno que se hiciera notar por obtener habitualmente calificaciones sobresalientes en las materias curriculares de la carrera de Ingeniería Química; tampoco fue un mal alumno; califica, sin cuestionamiento alguno, como buen alumno, y como suele suceder con alta frecuencia, Arturo Álvarez Ramírez encarna el caso típico del “sorpresivo” Profesionista exitoso que durante su etapa de estudiante no se distinguió precisamente por pertenecer al exclusivo, y a veces excluyente, círculo de “cerebritos”, omnipresente en todo grupo escolar desde que el mundo es mundo.    Durante la etapa de la vida escolar, en la que lo normal es que las principales necesidades existenciales del individuo están cubiertas, y hasta se puede dar el lujo el estudiante de vivir una vida relajada, bohemia e idealista con cargo al erario familiar, es común indexar el éxito personal con las calificaciones escolares. Sin embargo la correlación calificaciones escolares-éxito personal, suele no funcionar en el ámbito del ejercicio profesional, pero sobre todo, no sucede en ese insondable misterio llamado destino que todo individuo tiene que vivir por sí mismo en el plano de la realidad, en donde el augurio que pudiera sugerir el tipo de rendimiento escolar para pronosticar el éxito o el fracaso de la Persona, queda precisamente en eso, un augurio que suele fallar, en ambos sentidos, con más frecuencia de la que los auguradores sospechan. Sigue siendo un enigma sin respuesta precisa que explique por qué unos individuos triunfan y otros fracasan aunque procedan del mismo seno familiar, del mismo entorno social y de la misma Alma Mater.   “GNOSEI SEAUTON” = Conócete a ti mismo   Es la fórmula del éxito propuesta por Sócrates hace 2500 años.   Esta fórmula fue considerada blasfema por las autoridades politeístas de Atenas, las que por estas ideas libertarias del espíritu, condenaron a muerte a Sócrates.   Sócrates no dejó ningún escrito de su sabiduría, se presume que era analfabeta, sin embargo, de la obra de su discípulo: “Los diálogos de Platón”, estos sí,  por escrito, se puede conocer la descripción y el alcance del “Conócete a ti mismo”. De estos, se infiere que Sócrates define el éxito humano como la realización plena del hombre.   Sócrates enseñaba a sus discípulos, que para que el hombre viva una vida plena (exitoso) tiene que vivir a plenitud su relación consigo mismo, su relación con su prójimo y su relación con Dios, cualquiera que sea su concepción de Dios.   Para que el hombre sea exitoso, plenamente exitoso, tiene que:   Conocerse a sí mismo, para no vivir frustrado ni amargado. Conocer a su prójimo, para  amarle o tolerarle, para no vivir con odio. Conocer a Dios, para vivir con optimismo y no con miedo o  prepotencia.   Arturo Álvarez Ramírez fue un individuo unánimemente reconocido y acreditado por quienes le conocieron y trataron, como un hombre exitoso en los términos Socráticos aquí descritos. Porque nadie que cumpla su deber de cada día, con excelencia, como lo cumplió Arturo, puede vivir frustrado ni amargado. Porque nadie que viva su vida, como la vivió Arturo, dando siempre más a su prójimo que lo que de su prójimo esperaba, puede vivir con odio. Porque nadie que trate a Dios, cualquiera que sea su concepción de Dios, tan íntima y cotidianamente como lo trató Arturo, puede vivir con miedo o prepotencia, sino con optimismo y serenidad, como fue la vida de Arturo, sencilla, serena y apacible.   Arturo se conocía muy bien a sí mismo, conocía muy bien las capacidades y limitaciones de ambos hemisferios de su cerebro; en el ámbito cognoscitivo se sabía inteligente, pero no una lumbrera, sabía que él no era el cerebro brillante que suele nacer cada cien años en algún lugar del mundo, y en consecuencia se impuso a sí mismo la disciplina del esfuerzo y de la sencillez, consistente en hacer bien cada cosa, de una en una, cada día, aunque en su caso llevó la perfección de la sencillez a grado heroico. Arturo no cayó en la trampa de la arrogancia en la que suelen caer los que “se creen los más inteligentes”, los que en su conducta prepotente engendran su propia Némesis existencial. Pero tampoco cayó en la trampa del tedio, la displicencia y la mediocridad que suele traer la rutina de estar exponiendo la misma Cátedra de cada tema a todos los grupos durante todo el día, de todos los días del calendario escolar y repetir lo mismo cada curso. Arturo, consciente de sus capacidades y limitaciones, no escatimó el tiempo, esfuerzo y sacrificio de todos los días para preparar su cátedra del día siguiente y cumplir con su trabajo profesional con calidad más que aprobatoria, con excelencia. “El esfuerzo de cada día” en pos de la excelencia en el cumplimiento del deber, en el Maestro Arturo fue real, verídico, no una frase, ni eslogan ni “mantra” motivacional. De todo su ámbito académico era conocida la particularidad del Maestro Arturo de que preparaba sus clases todos los días, muy frecuentemente desvelándose, para que la clase de hoy fuera mejor que la de ayer, lo que equivale a decir que la clase de este curso escolar sea mejor que la del curso anterior, en cada tema del programa de sus cátedras de Química Inorgánica y de Prácticas Orgánicas; además de no escatimar tiempo y desvelos, tampoco escatimaba su propio dinero para adquirir el material y equipo didáctico necesario para mantenerse a la vanguardia mundial en la calidad de la enseñanza de la Química Inorgánica, y en este tenor, en 1965 fue a la Universidad norteamericana de Berkeley a tomar un curso para actualizarse en su materia, curso que tomó nada más y nada menos que con él, dos veces, premio Nóbel de Química, Linus Pauling. Este hecho demuestra contundentemente que al escribir aquí que el Maestro Arturo se mantenía a la vanguardia mundial en la calidad de la enseñanza de la Química Inorgánica, no es una expresión vacía e insustentada.    Cinco minutos antes o, a más tardar, cinco minutos después de las seis treinta de la mañana de lunes a sábado de todas las semanas del calendario escolar, con su habitual portafolios en su mano izquierda, estaba insertando con su mano derecha la llave de la chapa de la puerta de su salón de clases el Ingeniero Arturo Álvarez Ramírez, abría la puerta, encendía la iluminación, sin tener que dar un paso más, pues le quedaba al alcance, abría la puerta del cuarto adjunto que fungía como almacén, sacaba los utensilios de limpieza para darle otra repasada al piso, pupitres, pizarrón y a su escritorio, sin importar que la noche anterior el personal de intendencia le hubiera hecho la limpieza general. Montaba el material didáctico correspondiente a la clase del día, llámese pendones, cartulinas, tablas, maquetas, estructuras, pantallas y aparatos, proyectores de opacos, filminas, transparencias, películas, etc. Por cierto, todos estos, de su propiedad. Recibía con amenas charlas a los alumnos madrugadores, y en punto exacto de las siete de la mañana, comenzaba a nombrar lista de asistencia, al término de la misma, recorría los ocho pasos que lo llevaban de su escritorio al dintel de la puerta de su aula, se asomaba a ambos lados del corredor en el que conducía a su salón, si veía a alguno de sus alumnos presuroso por llegar, lo urgía para que entrase, tras lo cual cerraba la puerta, y nadie, absolutamente nadie y por ningún motivo podría entrar a clase después de cumplido este ritual. La toma de lista de asistencia se realizaba con precisión de reloj Suizo como estaba indicado en el horario de cada grupo, y se repetía el mismo ritual del cierre de la puerta del aula.   En punto de las quince horas, dos días por semana, el Maestro Arturo, conducía las prácticas de Química Orgánica a grupos del tercer grado, lo cual implicaba que el Inge Arturo no fuera a comer a su casa y tomara sus alimentos en el laboratorio de su cátedra, con otro ritual digno de contarse, pero más de degustarse por las suculentas, aunque sencillas viandas de refinada herencia culinaria campesina decimonónica, transportadas en aquellas vasijas, cazuelas y vajilla, y aquellos manteles, verdaderas obras de arte por su laboriosa manufactura y pulcritud, todo ello montado en una de las mesetas del laboratorio, resultando una estampa digna de inspirar otro de los cuadros costumbristas de Brueghel (El Viejo). El truco de calentar en vaporera todo su portaviandas y las tortillas hechas a mano, y compartir su comida, de cuatro tiempos, postre y fruta de temporada, siempre, con quien estuviera enfrente, aunque había más de algún Maestro que se las ingeniaba para “circunstancialmente” estar enfrente con más frecuencia que la que el azar dictaba. Disfrutar estos manjares obligaba a remitir cumplido agradecimiento y felicitación a sus hermanas Mary y Angelina.   Durante su etapa de estudiante en la Facultad de Ciencias Químicas, Arturo fue un compañero generoso y leal amigo para todos sus condiscípulos, pero cultivó una  amistad fraternal con dos de sus compañeros: Ignacio Gómez Ruiz y Roberto Orozco Rodríguez.   El Ingeniero Gómez Ruiz cuenta jocosamente sin sacrificar objetividad, y no sin nostalgia, cómo desde las primeras convivencias de compañeros de estudios profesionales, la formalidad, el respeto y el alto sentido de responsabilidad que detectaron sus Padres en su compañero Arturo, les cautivó para expresarle espontáneamente una encomienda: “Arturo, ahí te encargamos a Nacho”; encomienda que el Inge Arturo tomó muy en serio y cumplió escrupulosamente dándole trato, a veces de hermano mayor y a veces de padrastro (esta es la versión jocosa), especialmente cuando el Inge Nacho llegaba a trasnocharse en los haberes, deberes y “haceres” propios de la juventud, y el Inge Arturo se encargaba de que Nacho, desvelado y….. Todo, no faltase a ninguna clase. Cuando ocasionalmente llegó a tornarse inquisitoria la corrección fraterna (una prueba sublime de amistad) de nada le valían al Inge Nacho los argumentos tales como: “Oye Arturo, no te lo tomes tan en serio, seguramente mis Padres estaban bromeando”.   El estilo formalista y respetuoso de su trato ordinario con su prójimo eran vividos en grado solemne por Arturo, formaban parte de su forma natural e intrínseca de Ser, evidenciando su origen campesino-provinciano irredento. Salvo muy raras excepciones, nunca dejó de dirigirse a su prójimo, especialmente a sus alumnos, con el “Usted” en lugar del “Tu”.   Estas virtudes de Arturo arriba referidas le fueron siempre acreditadas, reconocidas y respetadas por sus condiscípulos durante toda su convivencia estudiantil, incluso en circunstancias tan chuscas como la ocasión, cuando sus compañeros intentaron bañarlo durante uno de los tradicionales baños a jicarazos en los jardines y corredores de la Facultad, durante el fin de cursos del último año de la carrera. Sucedió que Arturo llegó a la Facultad excepcionalmente elegante, ataviado con su único traje de vestir porque tendría una entrevista para un posible trabajo profesional, y al divisarlo sus compañeros se relamieron por tan preciosa oportunidad que se les presentaba de bañarlo en tan peculiares condiciones, y al dejársele ir en tropel con sendos botes llenos de agua, Arturo les atajó a distancia gritándoles y apuntándoles con flamígero dedo cual Moisés ordenando detenerse a las aguas del mar rojo: “Deténganse ahí, porque hoy, no me bañan”. Ante tan imperativa reacción y con el respeto natural y espontáneo que le profesaban, se detuvieron ipso facto, cosa que seguramente con ningún otro compañero hubieran hecho; al atisbar Arturo que un compañero intentaba acercarse sigilosamente para tenerle al alcance……………Ocurrió una escena que nadie, ni remotamente sospecharía. Igual que en la escena Cantinflesca más chusca de la película “El Agente 777”, Arturo sacó de quien sabe donde una tremenda navajada de muelle que al desdoblarla les pareció más grande que su propio brazo la cual raspaba blandiendo contra el piso, cual machetero de Atenco, advirtiéndoles a sus compañeros: “ya les dije que, hoy no me bañan”, y………. no lo bañaron. Y no lo bañaron porque les haya infundido miedo, porque todos sus condiscípulos lejos de sentir miedo ante esa escena chusca sentían hilaridad porque tenían la absoluta convicción de que Arturo, a quien todos, absolutamente todos sus compañeros y hasta sus Maestros conceptualizaban con una identidad lo más semejante a la Hermana Teresa de Calcuta, por lo que todos estaban espontáneamente consientes que jamás les habría lastimado, aún en el caso de que alguno o algunos de sus compañeros no le hubieran otorgado la cortesía de no bañarlo, como Arturo les solicitó imperativamente. No lo bañaron porque lo respetaban y le querían. Esta historia se complementa, con que al día siguiente, Arturo, ya con su ropa habitual, les tuvo que solicitar a sus compañeros: “Ahora sí, báñenme”. De ese tamaño era el respeto, y más grande que el respeto, fue el afecto que de sus condiscípulos, Arturo conquistó.   El Ingeniero Arturo Álvarez Ramírez inició su labor docente en la Facultad de Ciencias Químicas, junto con sus dos condiscípulos afectivamente más cercanos, Ignacio Gómez Ruiz y Roberto Orozco Rodríguez, con quienes también se asoció para constituir una empresa de servicios profesionales especializados para la Industria Peletera.   En 1960 se suscito en la Facultad de Ciencias Químicas un cambio intempestivo de Director de la Institución y al mismo tiempo se propició una reestructuración del plantel docente que llevó a contratar a los tres jóvenes Maestros referidos en el párrafo anterior, y estos a su vez invitaron a incorporarse permanentemente al Ingeniero Héctor Antonio Rodríguez Sánchez, quien en circunstancias fortuitas había sido su Maestro por breve tiempo mientras cubrió un interinato, ocasión que les permitió percatarse a sus alumnos de las enormes potencialidades que representaría incorporar al Ingeniero Rodríguez al cuerpo docente de la Facultad de Ciencias Químicas dados sus excepcionales antecedentes académicos acreditados por las mejores universidades del mundo en el área de la Ingeniería Química, y lo que significarían sus aportes para diseñar la estructura y operar la estrategia académica que elevaría el nivel académico de nuestra Facultad.   En 1960, en circunstancias especiales, también inició su labor docente en la Facultad de Ciencias Químicas, el Ingeniero Hugo Antonio Vega Gómez; circunstancias especiales porque aún se encontraba cursando su último grado de la Carrera, y no obstante ello, por méritos propios fehacientemente acreditados, fue contratado como jefe del laboratorio de Ingeniería Química.   El escrupuloso cumplimiento del deber como Profesor de la Facultad de Ciencias Químicas convertiría muy pronto al Ingeniero Arturo en el ejemplo a seguir por los demás Maestros, y más que eso, en una especie de conciencia o patrón moral que compartiría con el Ingeniero Antonio Rodríguez Sánchez, que incentivaba el espíritu de superación con sus gratificantes consecuencias tangibles en el nivel académico de la Institución y en el respeto y admiración de los alumnos, lo que propiciaba que estos (los alumnos) espontáneamente aportaran lo que les correspondía haciendo su mejor esfuerzo para lograr ese gran objetivo llamado “excelencia académica”.   Que los alumnos se involucraran, venderles la idea, conquistar su voluntad para solidarizarse, y aquí vale la redundancia: solidarizarse voluntariamente, con el gran proyecto “Excelencia Académica de la Facultad de Ciencias Químicas” sin que la mayoría de ellos lo entendiese así en su momento. Esa, esa fue la labor académica trascendental del Maestro Arturo Álvarez Ramírez. Conciliar el bajísimo nivel académico con que llegaban los alumnos de las preparatorias con el cabal cumplimiento de los programas curriculares de las materias de la carrera, evitando la salida fácil que se acostumbraba en otras instituciones o la deserción sin luchar, requirió de una  finísima labor de convencimiento, perspicaz, sutil, o hasta de “pararrayos”, del Ingeniero Arturo, dadas las condiciones tan adversas con que iniciaban la carrera cada año cada una de las generaciones. El choque traumático que representaban las bajas calificaciones por las razones antes descritas, era atemperado por el trato amable, generoso, digno, pero sobre todo, respetuoso y hasta paternal con que el Maestro Arturo persuadía a los alumnos para seguir esforzándose y no irse por la puerta falsa. ¿Cómo negarse a la sugerencia y al consejo del Maestro, si te llamaba por tu nombre o más persuasivo aún, por tu apodo?; ni pensar en armarle una bronca a alguien que te tiende la mano cada día, que si sacaste diez de cien te trata como si hubieses sacado cien, que, cual profesor pueblerino, probablemente ya fue a tu casa al pozole de tu cumpleaños (no se perdía uno al que fuera invitado) y socializó con tus padres y con el resto de tu familia; y tus padres, al igual que los del Inge Gómez Ruiz “te encargaron con el Inge Arturo”, que a lo mejor ya le acompañaste a su labor social del fin se semana y le conociste su “lado humano”, o ya fuiste a alguna de sus excursiones de días de asueto, o por lo menos constatabas con qué afecto y alegría lo saludan los alumnos de todos los grados superiores de la carrera que seguramente pasaron por su aula en las mismas circunstancias que tu; y constatabas igual afecto y respeto de los demás Maestros, y el personal de intendencia y el administrativo hacia el Inge Arturo……   La sugerencia de Sócrates de conocer al prójimo para amarle o tolerarle para no vivir con odio, Arturo la vivió en grado sublime. Entregó su vida al servicio de su prójimo mediante su vocación magisterial. Desde el punto de vista técnico o cognoscitivo, como ya se describió en párrafos anteriores. Y desde el punto de vista afectivo, su prodigiosa memoria para memorizar a la primera el nombre o el apodo de sus interlocutores fue una valiosa herramienta de Arturo para acercarse afectivamente a su prójimo. Su estilo de vida sencillo, austero, vertical y transparente propiciaba la apertura de la comunicación en ambas vías. Formal pero sin sacrificar el buen sentido del humor, se permitía utilizar apodos siempre que estos no fueran peyorativos, y no desaprovechaba la oportunidad para bromear sin utilizar jamás léxico soez o de mal gusto. Se conducía muy fino y sutil para la corrección fraterna sin transgredir jamás el límite de la libertad del individuo. Fue especialmente discreto, respetuoso y fraternal con las alumnas a quienes les otorgó trato de hermano mayor. Jamás escatimo ese consejo o sugerencia de buena fe a su interlocutor, como maestro, como amigo, como hermano y a veces como padre, en todos los ámbitos del trato social: asesoría escolar, aliento y sugerencias ante la problemática de las calificaciones de todas las materias, y en la relación con los demás maestros, y en la problemática existencial, familiar, de trabajo, y en cuanto tema se atreviera su interlocutor a tratarle. Nadie salía con el alma vacía de un diálogo buscado o casual con el Maestro Arturo.   Arturo fue inmensamente afortunado como afortunado es todo aquel que siente alegría por lo que hace y además le pagan por ello. Es decir, su trabajo le hacía feliz a Arturo. A los años de estar desempeñando su trabajo con alegría, con entusiasmo, con optimismo en forma habitual, natural, ordinaria, Arturo Álvarez Ramírez conoció una institución católica fundada en 1928 por un joven sacerdote aragonés; su mensaje era: Desempeñar cada uno con alegría los deberes ordinarios y el trabajo, es un camino para alcanzar la santificación. El esfuerzo que demanda hacer bien y de buenas el trabajo de cada día, es la mejor plegaria que se le puede ofrecer a Dios. Arturo se dio cuenta de que precisamente eso hacía desde siempre, y por ello solicitó su admisión a esa institución llamada Opus Dei, que significa Obra de Dios, en 1966. El ejemplar cumplimiento del deber en tiempo, en forma, y con alegría, el generoso trato con su prójimo, todo eso en Arturo Álvarez era oración, plegaria portentosa para quien quisiera verlo y entenderlo así. No violentaba ninguna ley, de la cual fue siempre respetuoso. Arturo era hasta escrupuloso en salvaguardar la honra y dignidad del prójimo, independientemente de simpatías o diferencias en manera de pensar. Cuando se hacía referencia a terceros ausentes, sugería corrigiendo: “si no se quiere o no se puede hablar bien del prójimo, es mejor no decir nada”. La práctica de sus convicciones religiosas no era motivo de fricción de Arturo hacia nadie, fueran maestros, alumnos, u otros interlocutores. Respetaba las convicciones de cada quien, de manera respetuosa, cordial, y hasta llegó a cultivar una amistad profunda con algunos de manera de pensar distinta a la suya.   Cualquier relatoría de la vida y obra del Ingeniero Arturo Álvarez Ramírez estaría incompleta si omite referencia alguna a la filiación de Arturo al Opus Dei. En el medio universitario, la conocida y confesa filiación de Arturo a dicha Institución religiosa, dio pie a comentarios negativos, fruto de la ignorancia al respecto, pero no pasó de ahí.   El Opus Dei es ampliamente conocido en el mundo entero, tiene pleno reconocimiento legal de autoridades eclesiásticas y civiles. Aquí no se trata de defender o refutar al Opus Dei, pero basta consultar la página oficial del Opus Dei en internet (opusdei.org.mx) para encontrar la total transparencia y datos fidedignos acerca de la misma. Por lo que a este libro respecta, lo que importa es consignar que Arturo decidió, de motu propio, por su absoluta y soberana voluntad, y en pleno derecho civil, legal, moral y espiritual de utilizar su libertad, pertenecer al Opus Dei desde la edad de 30 años, cuando ya tenía más de seis de estar ejerciendo profesionalmente como Ingeniero Químico y maestro de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara, y que nadie, absolutamente nadie, sustentó queja alguna al respecto.   Todos estamos obligados a respetar los derechos humanos de las demás personas, que son el conjunto de prerrogativas inherentes a la naturaleza de la persona, cuya realización efectiva resulta indispensable para el desarrollo integral del individuo que vive en una sociedad jurídicamente organizada. Estos derechos, establecidos en la Constitución y en las leyes, deben ser reconocidos y garantizados por el Estado. Entre estos derechos se encuentran el de no ser molestado arbitrariamente en su vida privada, familiar, domicilio o correspondencia, ni sufrir ataques a su honra o reputación; el derecho a la libertad de pensamiento y de religión, y el derecho a la libertad de opinión y expresión de ideas. Arturo Álvarez respetó estos derechos en los demás, y merece, en su calidad de persona, ser respetado en tales derechos.   Como se consigna líneas arriba el Ingeniero Arturo Álvarez empezó a dar clases de Química Inorgánica en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara en Septiembre de 1960, y pronto se convirtió en Maestro de tiempo completo sin dejar su vinculación con el Centro Jalisciense de Productividad de donde pasó a ser fundador del ICAMI (Instituto de Capacitación en Administración de Mandos Intermedios). Por las mañanas desempeñaba su Cátedra en la Universidad y por las tardes impartía clases y asesorías en el ICAMI donde por la propia naturaleza del alumnado (obreros y administrativos) el horario iniciaba a las 18 horas y terminaba a las 22 horas. Ello ocasionaba que frecuentemente el maestro Arturo retornara tarde a casa y tuviera que desvelarse para preparar sus clases del día siguiente. Cuando el calendario escolar y su propio horario de actividades se lo permitían, el Inge Arturo socializaba con las familias de los demás maestros y llegó a practicar el Básquet-Bol con maestros y alumnos tanto en la Facultad de Ciencias Químicas como en el ICAMI.   Coherente con sus convicciones religiosas, Arturo organizaba su agenda para asistir a Misa todos los días. Los sábados por la tarde, regularmente los utilizaba en realizar labor social y catequística en las comunidades marginadas de la rivera de Chapala, en consonancia con la caridad cristiana que quería vivir.   Los domingos y “puentes” del calendario escolar, solía aceptar invitaciones de sus alumnos a visitar sus poblaciones de origen, lo que aprovechaba para conocer y socializar con la familia de dichos alumnos.   A los cinco años de estar ejerciendo el magisterio con tanta intensidad y percibir que la trascendencia de su labor iba más allá del ámbito académico para reflejarse en el ámbito de la “Formación Integral del Individuo” en cada uno de sus alumnos, Arturo Álvarez Ramírez entendió que esa era su  “MISIÓN” en la vida. Entender cuál es la misión en la vida, es el culmen de la felicidad y la realización plena del individuo, según los Psicólogos y especialistas en superación personal que hoy tanto abundan. Arturo Álvarez Ramírez entendió que optar por el celibato le permitiría cumplir con mejores resultados su misión, así que cuando solicitó su admisión al Opus Dei, contrajo entre otros el compromiso del celibato, sin abandonar su condición seglar.   Arturo no procreó hijos carnalmente hablando, pero ejerció una paternidad espiritual, afectiva, o profesional en miles de sus alumnos y alumnas, en muchos maestros y maestras, en compañeros suyos y personal administrativo y de intendencia que le trataron, tanto en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara, como en el ICAMI y en los centros de labor social donde trabajó. “Hijo de Arturo” fue una expresión muy famosa por usual y recurrente en los ámbitos en que vivió su vida Arturo. “Hijo de Arturo” fue una filiación voluntaria que miles ostentaron y aún ostentan con orgullo y dignidad. Hoy en día, después de más de Quince años de su fallecimiento, muchos “Hijos” e “Hijas” de Arturo le visitan con frecuencia en el lugar donde reposan sus restos ubicados en la Cripta 107-G de la Capilla abierta al culto público bajo los términos de ley establecidos en el Artículo 130 Constitucional, ubicada en la Avenida San Josemaría Escrivá 550, cruce con Acueducto, en la Colonia Colinas de San Javier, Código Postal 45110, de Guadalajara, Jalisco.    
    M. en C. Héctor Antonio Rodríguez Sánchez.
    Clase de maestro: 
    Emérito
    Semblanza: 
    “Ingeniería Química sin fronteras” fue el título y frase motivacional del evento Anual Saber Ingeniería Química SIQ-2002, porque fue el epítome con el que los participantes en el comité organizador de dicho evento (Maestros, alumnos y egresados) coincidieron en definir, con esa breve frase, el legado del Maestro Héctor Antonio Rodríguez Sánchez a la Ingeniería Química de la Universidad de Guadalajara.   Ciertamente, la Ingeniería Química, como una expresión de la Ciencia y la Tecnología, por ser un legado del conocimiento universal, no debe tener fronteras de ninguna naturaleza, llámense físicas, políticas o ideológicas, sin embargo, es más común de lo deseable que se den este tipo de absurdas barreras al conocimiento, casi siempre bajo reglas no escritas, por injustificadas cuanto impúdicas e impunes.   El Ingeniero Rodríguez, para fortuna de la Ingeniería Química de la Universidad de Guadalajara, trasgredió, por lo menos, dos de esas reglas no escritas, por injustificadas, que subyacían omnipresentes en la vida cotidiana de la universidad de Guadalajara durante varias décadas:   1.- Convertirse en Maestro protagónico de la Facultad de Ciencias Químicas, no obstante sus antecedentes académicos ajenos a la Universidad de Guadalajara, y más aún, dado su origen social identificado a la más conspicua clase empresarial, proscrita por considerarse incompatible con una institución que pregonaba su “ideología Popular y Socialista”.   2.- Haber establecido vínculos extraterritoriales y extraoficiales de la Facultad de Ciencias Químicas con Universidades norteamericanas, sustentados en sus relaciones personales y no institucionales, tras la absurda negativa oficial a tal proyecto. Vínculos que, ironías del destino, años después habrían de formar parte importante de los programas oficiales de intercambios académicos de la Universidad de Guadalajara. Ya en otro pasaje de este libro se narra, cómo fue que gracias a la relación personal del Ingeniero Rodríguez con el Jefe del Departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Minnesota, esta universidad otorga una beca en sus programas de postgrado para Ingenieros Químicos egresados de la Universidad de Guadalajara, desde muchos años antes de que existieran los programas gubernamentales mexicanos al respecto, tales como los que administra  CONACYT.   Optar voluntaria y razonadamente por vincularse como Maestro a la Universidad pública gratuita y no a las privadas, que ya las había en Guadalajara y que al mismo tiempo le hicieron llegar muy atractivas ofertas, en virtud de sus excepcionales acreditaciones académicas, fue un gesto de su generosidad que no se le agradecerá cabalmente al Maestro Rodríguez, dada la trascendencia de su Magisterio, aún vigente, en su condición de Maestro Jubilado, Maestro Emérito, Miembro del Consejo Social del Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías, y miembro del comité organizador del evento anual Saber Ingeniería Química, SIQ.   La generosidad es solo uno de los múltiples valores humanos que distinguen a la Persona del Ingeniero Rodríguez, esos valores y virtudes que se adquieren desde el despertar de la conciencia en el seno familiar.   Héctor Antonio Rodríguez Sánchez nació en la ciudad de Guadalajara, Jalisco el 29 de Noviembre de 1933. Es el quinto y último hijo procreado por el matrimonio conformado por Don Felipe Rodríguez Dueñas y Doña Ana María Sánchez Delgadillo, ambos, provenientes de familias muy respetables y reconocidas de la sociedad tapatía.   Don Felipe Rodríguez, un reputado administrador, alto ejecutivo y el más cercano colaborador de Don Eduardo Collignon Collignon en uno de los grupos industriales pioneros del occidente del país. Don Felipe fue uno de esos excepcionales líderes empresariales en proceso de extinción, convencidos, y practicantes, del trato humano personalizado a todos y cada uno de los miembros de la empresa, desde el conserje, vigilantes, obreros, secretarias, ejecutivos, hasta los mismos socios.   En el cumplimiento de sus responsabilidades de padre providente y educador, Don Felipe Rodríguez propició la formación académica y cultural de sus dos hijos y sus tres hijas, por sobre los estándares habituales de la sociedad de su tiempo: todos, ellos y ellas, políglotas y todos cursaron estudios profesionales.   Antonio Rodríguez Sánchez cursó sus estudios de primaria, secundaria y preparatoria en el Colegio Marista de Guadalajara, el “Colegio Cervantes”. Sus compañeros de esos años escolares, coinciden en recordarlo como alumno aplicado y acreedor de calificaciones sobresalientes y hasta de excelencia, de forma fácil y natural, es decir: sin ser “machetero”. De carácter apacible, equilibrado y jovial, respetado y respetuoso, practicante de los deportes con alta competitividad, especialmente el Básquet-Bol, del que, en virtud de su calidad de juego, su estatura y complexión, siempre formaba parte del equipo “Galleta y Fibra” selección del Colegio Cervantes que participaba en los campeonatos intercolegiales. También practicaba el Fut-Bol Soccer, y fue miembro del equipo que ganó el campeonato interno del Colegio en 1947. Pero se distinguió especialmente por su habilidad natural para el “Salto con Garrocha” del que impuso varias marcas del Colegio. Sus amigos escolares y sus hermanas coinciden en recordarlo como un joven muy sociable, muy amiguero y excelente bailador en las tradicionales tardeadas de fin de semana, de aquella época. Sus hermanas lo describen como un individuo de hábitos, desde niño, pulcro, madrugador, rigurosamente puntual, subsidiario, muy responsable y autosuficiente, particularmente esmerado en emular las virtudes de su padre. Este entrenamiento de hábitos desde la niñez le proporcionó la madurez necesaria para emprender el viaje de la vida en pos de la conquista del propio destino desde muy temprana edad, pues al terminar la Preparatoria en 1951, aún sin cumplir los 18 años, el joven Antonio Rodríguez Sánchez se traslado a vivir al área de San Francisco, California, del país vecino a cursar la carrera de Ingeniero Químico, en la Universidad de Berkeley.   No obstante de que en 1951, ya había en Guadalajara dos opciones para estudiar la carrera de Ingeniero Químico y otras tantas en la ciudad de México, fue propósito y esfuerzo de Don Felipe Rodríguez el que sus hijos se educaran profesionalmente en las mejores universidades del mundo para la especialidad de su elección vocacional. El Preparatoriano Antonio Rodríguez Sánchez había decidido estudiar Ingeniería Química, y por esos años, Minnesota, Berkeley y Massachusetts eran los lugares más famosos del mundo para la impartición de la Ingeniería Química. En Berkeley había estudiado Ingeniería Industrial su hermano mayor, Sergio, por lo que optó por cursar el Chemical Engineering  Academic Program de la Berkeley University of California.   Durante su estancia en Berkeley, el joven estudiante Antonio Rodríguez vivió solo, hospedado en un cuarto rentado sin asistencia, de los muchos cuartos que son ofrecidos en renta a los estudiantes en residencias de los alrededores de la universidad, lo cual no significó ningún problema para quien ya estaba habituado a ser autosuficiente en el ámbito del orden y limpieza.   El estudiante extranjero (en Berkeley) Héctor Antonio Rodríguez Sánchez terminó sus estudios de licenciatura en Ingeniería Química en 1955 con notas académicas sobresalientes que llamaron la atención del Dr. Andrea Acribus, uno de sus Maestros, quien le convenció de que estudiara la Maestría, para lo cual le extendió una recomendación personal para el Jefe del Departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Minnesota, el Dr. Neal R. Amundson, sugerencia y recomendación que el recién graduado Ingeniero Químico Héctor Antonio Rodríguez Sánchez aceptó, por lo que de inmediato se trasladó  a la Universidad de Minnesota.   Desde siempre, es común que muchas de las becas ofrecidas, especialmente las becas que gozan de presupuestos oficiales, sean irregularmente utilizadas por una caterva de individuos influyentes que pervierten las becas académicas, convirtiéndolas en “becas vacacionales”, esta realidad había influido en la percepción que de los becarios tenía del Jefe del Departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Minnesota, por lo que al tener en sus manos la recomendación del Dr. Acribus para aceptar como becario en el programa de Postgrado al estudiante extranjero Héctor Antonio Rodríguez Sánchez, le espetó en su cara su desconfianza al respecto, advirtiéndole de que a la primera deficiencia académica le daría de baja. El joven Ingeniero Rodríguez aceptó el reto, y el final de esta historia no solamente resultó exitoso desde el punto de vista académico, sino en algo más valioso todavía, la entrañable amistad entre aquel desconfiado Maestro y  aquel becario que resultó un excelente alumno y mejor amigo.   Durante su estancia en la Universidad de Minnesota, el Ingeniero Rodríguez vivió en el Campus de la Universidad, en la Ciudad de Minneapolis aprovechando la beca que le fue otorgada, lo que representó el principio de la autosuficiencia económica con respecto a la economía familiar.   El Ingeniero Rodríguez retornó a su natal Guadalajara en 1957 con el grado de Master en Ingeniería Química, y se incorporó de inmediato al ejercicio profesional en la empresa líder de la industria cerámica “Loza Fina S.A.”, de la cual Don Felipe Rodríguez era accionista. En respuesta a las estrategias de esta empresa para mantenerse a la vanguardia tecnológica, el Ingeniero Rodríguez se trasladó a Alemania para cursar dos especialidades, una en la “Ingenieurschule Für Keramik” en la ciudad de Höhr-Grenzhausen, durante 1959, y de ahí se trasladó al “Porzellan Institut”, en la ciudad de Selb, durante 1960.   Al terminar sus especialidades en Tecnología y Procesos de la Industria cerámica, el Ingeniero Rodríguez se reincorporó a “Loza Fina S.A.” asumiendo el cargo de Director Técnico.   En 1958, antes de su partida a Alemania, el Ingeniero Rodríguez tuvo su primer acercamiento a la docencia universitaria al impartir, en carácter de suplente, la clase de Termodinámica Química, a los alumnos de la Generación 1953-1958, quienes, por cierto, se quejaron del “altísimo” nivel de exigencia del novel Maestro.   Cuando el Ingeniero Rodríguez regresó de Alemania, tres de los que habían sido su  “quejosos” alumnos (Ignacio Gómez Ruiz, Arturo Álvarez y Roberto Orozco) que, ya para entonces eran flamantes Maestros de la Facultad, le solicitaron encarecidamente que se incorporara como Maestro titular permanente al cuerpo docente de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara, oferta que aceptó y que asumió con singular entrega y que habría de convertirse en una parte sustancial de su vida profesional.   Ya con una agenda de trabajo profesional muy intensa, dadas su alta responsabilidad en la empresa durante el día y sus cátedras vespertinas, el Ingeniero Rodríguez contrajo nupcias en 1961 con la distinguida señorita Elda Gabriela Gutiérrez Sánchez.   Desde la incorporación del Ingeniero Rodríguez, ya como maestro titular, a la Facultad de Ciencias Químicas en 1960, fue, y sigue siendo, su principal preocupación el nivel académico de la carrera de Ingeniería Química, coincidiendo en tiempo y espacio con el Ingeniero Arturo Álvarez, quien también compartía este propósito, un propósito que, con el tiempo, se fue concretando paulatinamente, porque no fue que se hayan sentado a “proyectar un plan de trabajo” de manera vertical y burocrática, como suelen planear los jefes burócratas desde sus escritorios esperando que el resto de “sus” subordinados les obedezca, sino que nuestros Maestros fueron reaccionando e influyendo, influyendo y reaccionando, de acuerdo a las circunstancias de cada momento, para encausar sus esfuerzos y los de otros maestros que generosamente se adhirieron a ese objetivo, por lo que puede considerarse que “La Excelencia Académica” de la Ingeniería Química de la Facultad de Ciencias Químicas se dio fortuitamente, aunque, eso si, fue un objetivo que asumieron como una cruzada personal, el Ingeniero Rodríguez y el Ingeniero Arturo, para fortuna de las múltiples generaciones que resultamos beneficiarios de su Legado (la Excelencia Académica), aunque ellos también salieron ganando en lo que resultó una fraternal y entrañable amistad entre ambos, sus familias, y la de los demás Maestros que adoptaron esta cruzada como propia.   Toda gran obra del ser humano, se realiza y se explica porque convergen una serie de casualidades que la hacen posible. Para que el Ingeniero Rodríguez haya podido emprender y entregarse tan intensamente a su “MISIÓN” de la superación y excelencia académica de la Facultad de Ciencias Químicas, además de su propia generosidad y templanza para superar los obstáculos propios del medio ambiente adverso, ya descrito en otro pasaje de este libro, contó con la invaluable comprensión, el amor y el apoyo solidario de su joven esposa, que inteligentemente armonizó con las aspiraciones y proyectos de su esposo, a la par que crecía la familia con la llegada de los hijos y los nietos a los que se les proporcionó un hogar y una familia ejemplarmente FUNCIONAL.   La Señora Gabriela, lejos de disputar el tiempo y los afanes que su esposo le entregaba con tanta intensidad a la Facultad de Ciencias Químicas, manteniéndose ajena o distante, se propuso, ella así lo reconoce, conquistar un lugar en ese mundo, porque vislumbraba que terminaría siendo un ámbito de su marido para toda la vida; y así sucedió, muy  pronto la gentileza y afabilidad de la Señora Gabriela conquistó el afecto, simpatía, respeto y admiración de toda la comunidad de la Facultad de Ciencias Químicas, que hoy vemos en ese matrimonio ejemplar, toda una lección de vida.   En 1981 Don Felipe Rodríguez se retira de la empresa “Loza Fina”, y en 1982 inicia operaciones le empresa “Locería Jalisciense” que constituyó con sus dos hijos y tres hijas, empresa en la cual el Ingeniero Antonio Rodríguez desempeñó la Dirección Técnica hasta el primer semestre del 2008, en el que, por el momento, funge como asesor Técnico.   El Ingeniero Rodríguez se Jubiló en 1990 como Maestro de tiempo completo de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara, aunque continuó sus cátedras en calidad de Profesor Honorario de 1990 al año 2000.   El Ingeniero Héctor Antonio Rodríguez Sánchez, a lo largo de sus ya más de cincuenta y un años de ejercicio profesional activo y vigente, ha recibido numerosos reconocimientos y acreditaciones, tanto del ámbito académico, como del empresarial.   En 1990, el Instituto Mexicano de Ingenieros Químicos le otorgó el “Reconocimiento a su Contribución a la Excelencia en la Enseñanza de la Ingeniería Química”.   En 1994, también por su contribución a la Excelencia en la Enseñanza de la Ingeniería Química, nuestra Alma Mater le condecoró con el nombramiento de “Maestro Emérito de la Universidad de Guadalajara”, una de las más altas, por meritorias, distinciones académicas de cualquier universidad del mundo.   Fue Padrino de la Generación 1962-1967 de Ingenieros Químicos y de la Generación 1965-1969 de Químicos de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara.   Es miembro de la Sociedad Mexicana de Cerámica, Zona Centro, A.C. Y También de la Sociedad Mexicana de Cerámica, Zona Norte, A.C.   Es miembro del Patronato del Premio Nacional de la Cerámica.   Es miembro del Consejo Social del Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías de la Universidad de Guadalajara.   Es miembro del Comité Organizador del Evento Anual SIQ “Saber Ingeniería Química”   Es miembro vitalicio del Consejo Consultivo de la “Fundación Arturo Álvarez Ramírez A.C.”.   Habituado a una alta productividad personal cotidiana a través de una agenda que inicia a las 05:30 de la mañana, de todos los días, desde que “tiene uso de razón”, el Ingeniero Rodríguez se resiste a retirarse totalmente a disfrutar de un, más que merecido descanso. Héctor Antonio Rodríguez Sánchez, a sus setenta y cinco años de vida, goza intensamente a su familia, especialmente las convivencias con sus nietos, y sigue siendo, junto con su esposa Gaby, un acabado modelo de formalidad decimonónica y dechado de afecto en el trato con su prójimo, capaz de inspirar, si no es que hasta enmendarle la plana,  al mismísimo “Manual de Carreño” en el capítulo “Formalidades sociales”.   Ante un “Corte de Caja” del saldo de su legado académico, el Maestro Rodríguez goza, con la satisfacción paternal del deber cumplido los éxitos de sus discípulos, que son muchos, aunque suele no ser muy expresivo dado su carácter templado, discreto y taciturno, pero por sobre todo, disfruta las convivencias con todos sus alumnos que le corren la cortesía de invitarle, resultan, siempre, alimento nutritivo para su espíritu, solo hay que observarlo.  
    I. Q. Hugo Antonio Vega Gómez
    Clase de maestro: 
    Destacado
    Semblanza: 
    El versículo 44 del sexto capítulo del evangelio de Lucas, el más ilustrado de los cuatro evangelistas mayores, dice textualmente que: “todo árbol se reconoce por sus frutos”. Como se sabe, gran parte del libro de los libros está escrito en parábolas para propiciar que: quien tenga ojos para ver, observe; que el que tenga oídos para oír, escuche; y para que: el que tenga uso de razón para entender, deduzca. Esos aparatos y equipos que se muestran en las fotografías que acompañan este texto, no son otra cosa que los abundantes frutos emanados de un  árbol generoso  llamado Hugo Antonio Vega Gómez.   Una sentencia de la cultura popular dice que: para trascender en la vida, un hombre debe hacer tres cosas: plantar un árbol, tener un hijo, y escribir un libro; Cada uno de esos equipos cuenta su propia historia en la que el Maestro Hugo Vega ha sido autor, director, productor, editor y hasta patrocinador.   Hugo Antonio Vega Gómez, hijo, hermano, esposo, padre, maestro, amigo y ciudadano ejemplar, Ingeniero Químico de excepción, ha trascendido porque ha dado y sigue dando frutos que dignifican y engrandecen el ejercicio profesional de la Ingeniería Química. Se puede afirmar, con todo sustento, que Hugo Antonio Vega Gómez, el Inge Hugo, para quienes fuimos sus alumnos, ha contribuido significativamente al desarrollo de la Ingeniería Química como disciplina profesional universal.   De las cuatro áreas del ejercicio profesional de la ingeniería química: investigación y docencia, diseño y desarrollo de equipos, producción, y administración, el Inge Hugo ha ejercido todas las especialidades, pero de manera sobresaliente y excepcional, como muy pocos en el mundo, la docencia, la investigación, y el diseño y desarrollo de equipos de proceso. He ahí sus frutos reconocidos no solo por sus alumnos y maestros de esta institución, sino también por innumerables y ameritados Maestros e investigadores de otras instituciones nacionales y extranjeras; entre ellos el Doctor Donald Hanson, reconocido mundialmente como uno de los artífices de la petroquímica que, aunque ya se relató este pasaje en otra parte del libro, valga recordar que al hacer un recorrido el Doctor Hanson por las instalaciones de esta facultad, se quedó gratamente sorprendido de la cantidad y de la calidad de los equipos con que cuenta el laboratorio de Ingeniería Química, todos ellos desarrollados por el Inge Hugo; aseverando que nuestro laboratorio, y el de la Universidad de California, en Berkeley, le parecían los mejores de cuantas Universidades conocía en el mundo. Para colmo del asombro de tan ilustre y calificado visitante, alguien de la comitiva que le acompañaba, le presume orgulloso: “y no cuesta ni un dólar al año, el mantenimiento de este laboratorio”.   Quienes tuvimos la oportunidad de conocer las circunstancias con las que el Inge Hugo logró crear todo este acervo durante los 30 años en que fue jefe del laboratorio, nos consta que efectivamente a la Universidad de Guadalajara pudo no costarle ni un dólar anual su mantenimiento; seguramente que Gema, la señora esposa del Inge Hugo, también dará testimonio de ello, porque alguna parte del sueldo de su marido, en no pocas ocasiones, se transmutó en estos equipos.   También  era muy común que el Inge Hugo les pidiera a sus ex alumnos y colegas, algún motor de desecho, una chumacera, algún balero, poleas, soleras, cables de uso rudo, pedazos de placa, interruptores, conexiones,  etc. Aportaciones que contribuirían a la conformación de estos equipos.   La fama y el reconocimiento de las capacidades del Inge Hugo como Ingeniero Químico de excepción, se patentizaron en las múltiples asesorías que le solicitaban con frecuencia, no solo sus ex-alumnos, sino también, todo tipo de empresas nacionales y extranjeras, y hasta otras Universidades, como la UNAM, la de Zacatecas, la de Michoacán, y la de Nayarit, entre otras. Las aportaciones en especie con que estas empresas retribuían los servicios del Inge Hugo, constituyeron otra importante fuente de recursos, para el equipamiento y la operación misma del laboratorio de Ingeniería Química.   Experimentado...... intuitivo y certero, el Inge Hugo fue, y es capaz de diagnosticar y diseñar la inmediata solución de graves problemas de producción, aún de empresas con grandes staff de técnicos calificados. Así fue como a Penwalt del Pacífico, le proporcionó la solución para su problema de filtración de lodos en los años setenta. A la Cervecería Moctezuma le sugirió las correcciones necesarias a sus procesos que redundaron en un aumento sustancial de su productividad. A la Siderúrgica Guadalajara le proporcionó la solución para cumplir con las especificaciones Internacionales para la exportación de bolas para molino. La empresa Canadiense Alcoa Corp. Le solicitó que revisara la eficiencia de sus procesos. A la Compañía Industrial de Atenquique le resolvió el problema del sistema de evaporación. El Inge Hugo colaboró de manera muy importante en el diseño del proceso de recuperación de pozos petroleros agotados mediante la inyección de CO2, implementado por Pemex. Y nada más y nada menos, que el mismísimo Pemex le convocó para participar en la solución al grave problema de la contaminación derivada del descontrol del pozo petrolero Ixtoc I, en 1979.   Estas son solo algunas de las muchas asesorías en las que el Inge Hugo ha demostrado su excepcional capacidad técnica como Ingeniero Químico.   Fue fama pública en el ámbito profesional de la Ingeniería Química, que el Inge Hugo, fue pretendido por empresas industriales muy importantes que le ofrecieron planta permanente en su staff, mediante tentadoras ofertas contractuales; entre ellas Pemex.   Con el respeto y la confianza de su amistad que me honra y me distingue, en diciembre de 1979 me permití cuestionar al Inge Hugo del por qué rechazaba tan jugosas ofertas de trabajo, entre ellas una que, por mi conducto, le hizo llegar una aceitera tapatía; el Inge me contestó espontáneamente: “Mira, yo nací para ser maestro, estoy satisfecho de serlo. Hago lo que me gusta y como me gusta. El dinero no es lo único que el hombre gana o pierde con sus decisiones  en la vida”.   En su respuesta se percibió nítidamente la serenidad, la convicción, la satisfacción y la paz consigo mismo, esa paz que proporciona el estar consiente de vivir dando más de lo que se recibe, porque él sí estuvo consiente todo el tiempo de que daba más de lo que recibía, tal vez nosotros sus alumnos, la institución y la sociedad a la que sirvió, no estuvimos consientes cabalmente de la generosidad de su apostolado, por su modestia, por su discreción, por su austeridad.   Quienes conocemos al Inge Hugo, sabemos que el dinero no fue, ni es, factor determinante en las decisiones de su proyecto de vida; él bien pudo haberse convertido en un ostentoso ejecutivo aceptando cualquiera de las múltiples ofertas de trabajo profesional que tuvo a su alcance; pudo vivir en una fastuosa residencia, pudo estrenar auto cada año, o cada tres, pero prefirió, por elección, ser útil a la sociedad como Maestro, en esta Universidad pública, no obstante que ello implicara optar por un estilo de vida modesto..... pero decoroso, digno, y ejemplar; no le dio importancia a retratarse tantos días y tantos años con su mismo auto, aquél Renoulito verde legendario y emblemático de su laboratorio, objeto de tantas anécdotas y chascarrillos, como el que el propio Inge Hugo cuenta, que cuando le salió una bola a una de las llantas originales de su Renoult, así, como por no dejar, intentó reclamar la garantía, y después de revisar la llanta cuidadosamente el ajustador, le dice: oiga, estas llantas aunque tienen medio piso todavía, son muy viejas, han de tener como diez años, ya hasta están descontinuadas; Y el Inge Hugo le contesta, muy indignado: Óigame, no, apenas tengo pasadito de ocho años con ellas, no diez como usted dice.   Con la madurez y la mesura que proporciona el tiempo, con la perspectiva de la parábola que nos invita a: ver y observar, oír y escuchar, entender y deducir, hoy, sus ex-alumnos apreciamos que, por sobre la frivolidad de las anécdotas, ese emblemático Renoult verde, siempre en perfecto estado, siempre estacionado en el mismo lugar, consustancial a aquel laboratorio de Ingeniería Química, se convirtió en una metáfora de algunas de las virtudes y valores de nuestro Maestro. Ese pequeño auto, hoy, nos habla de los hábitos del cumplimiento del deber, del orden, de disciplina, de perseverancia, responsabilidad, puntualidad, laboriosidad, de confiabilidad... hábitos que aunados a la demostrada productividad del Inge Hugo, le hicieron un Maestro excepcional.   Maestro de excepción, miembro distinguido de ese benemérito equipo de maestros conformado por el Ingeniero Héctor Antonio Rodríguez Sánchez y el Ingeniero Arturo Álvarez Ramírez hace ya casi medio siglo y que sembró en todo el país y hasta el extranjero, miles de Ingenieros Químicos emanados de su semillero, entre ellos, laureados investigadores, reconocidos ingenieros de proceso, exitosos empresarios, distinguidos maestros y rectores de esta y de otras universidades públicas y privadas, bueno, hasta esforzados políticos de todos los colores y corrientes, productivos todos que siguen dando frutos.   Con el maestro Arturo Álvarez Ramírez, de feliz memoria, el Inge Hugo cultivó una fraterna amistad, en la que consentía que el Inge Arturo ejerciera una especie de tutelaje de hermano mayor.   Célebres fueron muchas de las bromas que el Inge Hugo le encajaba al Inge Arturo, usando, disfrutando, y hasta abusando de esa condición fraternal. Siendo de todos conocida, en la Facultad de Ciencias Químicas, la escrupulosidad del uso del lenguaje, cuasi clerical del Inge Arturo, el Inge Hugo disfrutaba provocarlo cuando le veía venir, diciendo a sus acompañantes: ahí viene Arturo, ahora verán como lo voy a correr de inmediato, y... comenzaba a contar un chiste colorado. Y dicho y hecho, el Inge  Arturo se daba la media vuelta, al tiempo que le profería: Hugo, te vas a condenar. Ahora sabemos que será imposible que el Inge Hugo se condene, ya que el Inge Arturo impediría que eventualmente, remota, pero muy remotamente eso pudiese ocurrir.   El Inge Hugo Nació en León Gto. El 27 de mayo de 1939, es el segundo de nueve hijos (siete hombres y dos mujeres) de la familia formada por Don Manuel Vega Aguilera de feliz memoria, y Doña Cristina Gómez Torres. Una familia esforzada y progresista conducida con el ejemplo, y la tenacidad de sus padres quienes no escatimaron limitaciones y sacrificios para proporcionarles formación universitaria a todos sus hijos. He ahí sus frutos, tres Ingenieros Químicos, un Ingeniero Mecánico Electricista, un Ingeniero en Electrónica, un Médico, una Odontóloga y una Secretaria.   El 14 de abril de 1945, la familia Vega Gómez cambió su residencia de León Guanajuato a Guadalajara, y el Inge Hugo fue inscrito en el primer grado de la escuela primaria Manuel Martínez Valadez.   De 1951 a 1954, Cursó la Secundaria en la “Escuela Secundaria No. 2 para Varones”. De 1954 a 1956, cursó el Bachillerato Unitario en la Escuela Vocacional. Subsidiario con sus padres, el Inge Hugo mientras cursó la preparatoria, trabajó como chofer de camiones de carga.   De 1956 a 1961 Cursó la licenciatura en Ingeniería Química en la bienamada ex Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara. Mientras cursaba la carrera, el Inge Hugo trabajó en el bufete del Ing. Jorge Matute Remus, e impartió clases de física y química en la secundaria No.1 para varones. Dadas sus altas calificaciones y demostrada su excepcional creatividad y capacidad tecnológica, cuando aún se encontraba cursando su último grado de licenciatura, Hugo Antonio Vega Gómez fue nombrado Jefe del Laboratorio de Ingeniería Química en 1960, puesto que desempeñó con excelencia  hasta su jubilación en 1990.   Maestro de tiempo completo, El Inge Hugo impartió las clases de Electroquímica, Prácticas de Ingeniería Química I y II Y Operaciones Unitarias I y II. Durante sus treinta años de labor docente el Inge Hugo construyó los más de 100 equipos que se enlistan en esta sinopsis curricular, dirigió 20 tesis profesionales, y proporcionó cientos de asesorías a otras tantas tesis tanto de licenciatura como de postgrado. Fue miembro del Consejo  y del Colegio de Enseñanza de la Facultad de Ciencias Químicas. Participo como ponente en innumerables congresos, seminarios y cursos especiales.   El 17 de junio de 1967, la distinguida Señorita Gema Eduviges Michel Esparza y Hugo Antonio Vega Gómez, unieron sus vidas para siempre, en una elegante y festiva ceremonia matrimonial. Habrían de procrear dos hijas y dos hijos, herederos de una digna tradición familiar, todos con formación universitaria, una Odontóloga, dos Contadores Públicos con postgrado en impuestos, y una licenciada en Mercadotecnia, y conformando ya cada uno de ellos, su propia familia; retribuyéndoles a sus padres Gema y Hugo, hasta la fecha de hoy, cinco nietos.   Ya jubilado de la Universidad, el Inge Hugo se incorporó al CIATEJ, donde se encuentra actualmente trabajando con el mismo entusiasmo y productividad que le distingue como Ingeniero Químico de excepción. En el CIATEJ, el Inge Hugo de 1990 a la fecha de hoy, ha participado en 31 proyectos de investigación y desarrollado 20 equipos de proceso; Obteniendo el primer lugar del premio Nacional de Ciencia y Tecnología de Alimentos 1997. Entre otros, diseñó el equipo para la industrialización integral de la tuna, auspiciado por el gobierno de San Luis Potosí. También diseñó el equipo para la industrialización integral del nopal, para el gobierno de Zacatecas; ha asesorado, entre otros, a los productores de mezcal de Oaxaca para optimizar sus procesos.   El día que el comité organizador del evento “SIQ” estuvo en la oficina del Señor Rector del CUCEI para concertar su asistencia a la ceremonia de inauguración del evento anual SIQ-2003 en la que se homenajearía al Inge Hugo, comentó, entre otras cosas, que sigue siendo ampliamente reconocida la capacidad profesional de los Ingenieros Químicos egresados de esta institución, especialmente en el área de procesos, un testimonio más de que el  invaluable legado dejado por Ud. Inge Hugo en ese excepcional laboratorio, sigue dando frutos, es por ello que sus ex-alumnos, beneficiarios de su apostolado, nos unimos con entusiasmo a ese merecido homenaje con que fue honrado el Inge Hugo. Equipos construidos en el laboratorio de Ingeniería Química por el Ing. Hugo Antonio Vega Gómez.   1.- Columna para Destilación Fraccionada en Batch 2.- Columna para Adsorción con carbón activado 3.- Columna de Intercambio Iónico 3.-  Columna para el estudio de los coeficientes de transferencia de masa de película descendente para realizar las siguientes Operaciones Unitarias: a) Destilación               b) Extracción             c) Humidificación             d) Absorción 5.- Columna de discos a) Absorción    b) Extracción 6.- Columna pulsada a) Absorción                b) Extracción 7.- Columna rellena a) Destilación               b) Absorción              c) Extracción             d) Humidificación 8.- Columna Flash a) Destilación               b) Deserción               c) Evaporación                    d) Absorción 9.- Equipo para el estudio de la interacción de la transferencia de masa y energía en el sistema aire, agua y sólido (Secador de Charolas, torre de enfriamiento, torre de humidificación adiabática, enfriador evaporativo y deshumidificador de aire). 10.- Secador rotatorio en contracorriente y paralelo de velocidad, inclinación, carga térmica y flujo de alimentación variable. 11.- Secador de rocío 12.- Secador de túnel agitado 13.- Secador de vacío 14.- Secador continuo de lecho fluidizado con transporte neumático 15.- Secador de lecho fluidizado en batch 16.- Secador de tambor (flaker) 17.- Liofilizador 18.- Filtro prensa 19.- Filtro rotatorio de hojas 20.- Filtro centrífugo de cesta 21.- Filtro de hojas 22.- Filtro de vacío 23.- Filtro continuo de cesta cónica 24.- Cuba continua de clasificación de tamaños por sedimentación hidráulica 25.- Célula de flotación para beneficio de minerales 26.- Criba rotatoria 27.- Criba vibratoria con generador de vibración electromecánico 28.- Criba vibratoria con generador de vibración mecánica 29.- Tamiz rotatorio con helicoide (screen-screw) 30.- Transportador de banda 31.- Elevador de cangilones 32.- Transportador helicoidal 33.- Transportador de cadena 34.- Transportador por vibración electromagnética 35.- Transportador por vibración electromecánica 36.- Transportador neumático 37.- Separador-Clasificador neumático continuo (Gayco) 38.- Transmisión de calor en un tanque con serpentín con  y sin agitación 39.- Celda isotérmica para el estudio de la difusión líquido-gas 40.- Centrífuga de discos 41.- Equipo para el estudio de la corrosión 42.- Molino de bolas 43.- Molino de rodillos 44.- Molino de barras 45.- Columna de Sedimentación 46.- Columna de lechos porosos y fluidización 47.- Equipo para la determinación del número de Reynolds 48.- Banco de pruebas para bombas hidráulicas 49.- Flujo de fluidos en tuberías 50.- Aparato de Dhuring 51.- Evaporador Falsh 52.- Evaporador de película descendente 53.- Evaporador de película ascendente 54.- Evaporador de triple efecto 55.- Evaporador de cesta 56.- Celdas para determinar la conductividad electrolítica y el número de transporte (Leyes de Faraday) 57.- Horno de arco para la fusión de metales y la obtención de Carburo de calcio 58.- Pila de sodio para generación de corriente 59.- Construcción de pila de Daniells 60.- Celda para la electrorefinación continua de cobre 61.- Celdas para el electrodepósito de metales y aleaciones 62.- Construcción de un acumulador níquel-cadmio 63.- Construcción de un acumulador  plomo-sulfato de plomo 64.- Rectificador de corriente 65.- Celda electrolítica de electrodo líquido para la obtención de Cl2-NaOH 66.- Equipo para difusión líquido/líquido 67.- Equipo para difusión sólido/líquido 68.- Equipo para difusión líquido/sólido 69.- Equipo para difusión sólido/líquido/gas 70.- Equipo para difusión sólido/gas 71.- Reactor agitado 72.- Reactor de lecho fluidizado 73.- Reactor continuo con recirculación 74.- Reactor empacado 75.- Reactor continuo tubular con y sin bafles 76.- Reactor para la oxidación del CuS a CuSO4 en lecho fluidizado con autocombustión 77.- Reactor con catalizador en lecho fluidizado 78.- Calorímetro de expansión (calidad de vapor) 79.- Extractor helicoidal continuo sólido/líquido 80.- Clarificador con floculantes 81.- Hidrociclones 82.- Columna híbrida con agitación y secciones empacadas (absorción/extracción) 83.- Ciclón de pruebas 84.- Extractor de cangilones sólido/líquido (bollman) 85.- Tubo Vortex (Estudio termodinámico) 86.- Equipo de diálisis 87.- Cristalizador de tambor en fase fundida 88.- Cristalizador continuo con reacción química 89.- Cristalizador continuo con sistema de diferentes solubilidades 90.- Unidad de extracción continua con agitación 91.- Equipo de osmosis inversa 92.- Cromatógrafo piloto con soporte térmico 93.- Equipo de difusión térmica 94.- Ariete hidráulico 95.- Columna de destilación con platos borboteadotes porosos 96.- Refinación por zonas 97.- Intercambiador de calor de tubos concéntricos 98.- Intercambiador de calor de tubos y coraza de paso variable en tubos y cubierta 99.- Banco de pruebas para el estudio de la transmisión de calor por conducción, convección y radiación 100.- Equipo para determinar el Nº de potencia de los agitadores. EQUIPOS DESARROLLADOS POR EL ING. HUGO ANTONIO VEGA GOMEZ DURANTE SU VINCULACIÓN PROFESIONAL CON EL CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y ASISTENCIA EN TECNOLOGÍA Y DISEÑO DEL ESTADO DE JALISCO: CIATEJ.   Equipos que fueron desarrollados para 31 empresas diferentes, expediente que le mereció la adjudicación del   PRIMER LUGAR DEL PREMIO NACIONAL EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA DE ALIMENTOS/ 1997.     1.- Equipo multifuncional para desarrollar las siguientes operaciones: a) Destilación con arrastre de vapor b) Destilación diferencial c) Destilación con columna rellena d) Hidrodestilación e) Extracción con solventes 2.- Secador de tambores 3.- Secador de túnel agitado 4.- Secador Flash lecho fluidizado 5.-  Columna de destilación continua de platos 6.- Columna de extracción continua con destilación por arrastre de vapor para aceite 7.- Unidad de destilación continua por arrastre de vapor para la obtención de aceites esenciales de cítricos. 8.- Destilador Flash 9.- Alambique de destilación (de cobre) 10.- Alambique de destilación con reflujo controlado 11.- Unidad de extracción con recirculación del solvente atemperado y recuperación del solvente 12.- Ultrapasteurizador 13.- Liofilizador 14.- Tostador continuo con desplazamiento por vibración 15.- Vaso florentino continuo con la separación de aceites ligeros y pesados 16.- Cortadora de Tuna 17.- Desespinadora de Tuna 18.- Descascaradora de Tuna 19.- Desespinadora de Nopal 20.- Desfibrador de Agave  
    I. Q. Ignacio Román Silva Rodríguez.
    Clase de maestro: 
    Destacado
    Semblanza: 
    El evento SIQ/2004 honró y agradeció al Maestro Ignacio Román Silva Rodríguez, treinta y tres años de ejercicio profesional entregado a una sola, digna y noble causa: la enseñanza de las Matemáticas Aplicadas a la Ingeniería Química, en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara, de 1965 a 1998, por ello, el emblema que identificó a dicho evento fue: “La Ingeniería Química en su expresión Matemática”.   Las matemáticas son el elemento que aglutina el conocimiento de lo sustancial con lo insustancial. Los primeros matemáticos, filósofos todos ellos, le confirieron a esta disciplina un carácter místico y ontológico, postulando el concepto de que “Dios escribió el manual de la creación del universo, en lenguaje matemático”. Para los agnósticos y racionalistas que les incomoda los términos teológicos, esta definición bien puede reformularse diciendo que, las matemáticas son el vehículo que permite viajar de la virtualidad a la realidad y viceversa. Por lo que a nosotros concierne, sin las matemáticas simplemente no existiría la Ingeniería Química.   En el fenómeno de la evolución de la humanidad, las matemáticas surgieron de la necesidad del hombre de medir las distancias y predecir los acontecimientos astronómicos, es decir, medir el espacio y medir el tiempo.....el cambio, y expresarlo en una cantidad. “Cantidad” es lo que significa la palabra “mathematké”, según su etimología griega.   El origen histórico de las matemáticas se ubica en Babilonia, China y Egipto, hace cinco mil años, aunque los documentos más antiguos que consignan su existencia, las tablas cuneiformes de Nippur y el papiro de Khun, datan de los años 2200 y 1800 A.C. respectivamente.   A Tales de Mileto se le considera el padre de la geometría, y a la escuela Pitagórica, la primer institución de enseñanza de las matemáticas. Fueron estos precisamente, los Pitagóricos, quienes sustentaron que “todos los fenómenos del universo están regidos por los números”.   Durante el siglo tercero A.C. Alejandría se convirtió en el centro mundial de la ciencia antigua, de ahí surgió Euclides. La geometría Euclidiana perduró intacta  por más de dos mil años. Famosos precursores matemáticos fueron Arquímedes, Eratóstenes, Apolonio de Pérgamo, y Diofanto. Durante la edad media las matemáticas sufrieron un serio estancamiento, hasta que los Arabes  las rescataron y difundieron su conocimiento.   En la escuela de París surgió el concepto de “infinito”, en la de Bolonia las ecuaciones de tercero y cuarto grado, en Inglaterra el signo igual, y en el año 1590 Francois Viéte empleó por primera vez, letras en el álgebra. Hacia el año 1600 Napier publica los primeros logaritmos; en 1637 René Descartes publicó su “Géométrie”. Leibniz y Newton desarrollaron simultáneamente el cálculo infinitesimal en las postrimerías del siglo XVII. Euler y Lagrange introdujeron las ecuaciones diferenciales en 1744.   Ya en el siglo XIX, en 1812, Laplace, publicó el cálculo de probabilidades. Gauss, Lobachevsky y Riemann introdujeron la geometría hiperbólica, que sustituye al axioma Euclidiano, y proponen el “espacio Reimaniano”, en el que posteriormente Eistein habría de desarrollar la teoría de la relatividad.   El siglo XX, trae consigo la teoría de conjuntos de George Cantor, el axioma de Peano, las conjeturas de Eugene Catalan, la de  Goldbach, la de Poincaré. El Lema de Kuratowski-Zorn, los teoremas de Lowenheim-Skolem, el de Taniyama-Shimura, el de Weiestrass, el absoluto imperfecto del Alcalde de Lagos, las Antinomias de Russel, la paradoja de Berry, el teorema de incompletitud de Godel, y, por supuesto, los famosos “Trucos Matemáticos” del Inge Nacho, y otras tantas contribuciones que enriquecen a las matemáticas contemporáneas.   A diferencia de la Física, que sustenta la validez de sus leyes en la experimentación, Las matemáticas se sustentan en criterios hipotéticos-deductivos, para la demostración de sus principios. El ámbito de la física se limita al campo real-experimental-sensorial; el ámbito de las matemáticas se expande al campo virtual-transubstancial-extrasensorial;.....campo virtual.....Ciberespacio, conceptos que hoy nadie se atreve a poner en duda su existencia. Los recursos contemporáneos de la cibernética permiten navegar en el espacio infinito de la simulación de procesos;.......la Ingeniería Química del Ciberespacio.   “La Ingeniería Química en su expresión Matemática”.   Las cuatro áreas  más importantes del ejercicio profesional de la Ingeniería Química en todo el mundo, son: La Investigación y docencia, el diseño y desarrollo de equipos de proceso, la Producción y la Administración.   El Ing. Quím. Ignacio Román Silva Rodríguez, “Inge Nacho” como respetuosa y afectivamente le llamamos quienes tuvimos el privilegio de ser sus alumnos, desempeñó brillantemente su ejercicio profesional durante treinta y tres años, precisamente en la primera de las cuatro áreas más importantes del ejercicio profesional de la Ingeniería Química.   No obstante que en el ámbito federal ya se había apaciguado el país y establecido con todo su poder el régimen posrevolucionario, a la sazón presidido por el general Manuel Ávila Camacho, 1943 fue un año muy convulso para Jalisco, pues hubo nada menos que cuatro gobernadores en tan solo once meses: Silvano Barba, Víctor Prieto, Alberto Fernández y Marcelino García Barragán. Nuestra Universidad tuvo dos rectores: Rodolfo Delgado e Ignacio Jacobo Magaña. Ese año llovió ceniza por la irrupción del volcán Paricutín, y se volvió referente para “las gentes” del occidente de México: antes de, o después de, “el año que llovió ceniza”.   1943, fue el año más cruento de la segunda guerra mundial; fue el año del máximo activismo pacifista de Gandhi contra la tiranía Británica en la India; fue el primer año del servicio militar obligatorio para todos los jóvenes de 18 años, en México; la CTM amenazó con paro nacional si no se aplicaba un 50% de aumento salarial, historia que terminó con un 4.27% de aumento concertado. Las primeras planas del Washington Post, del Wall Street Journal, y del NY Times del 2 de Octubre de 1943 resaltaron la noticia mediante una foto en la que aparece el secretario de Hacienda de México, General Castillo Nájera, ante el famoso cuadro de George Washington del cotizado pintor Gilbert Stuart, en el lobby del hotel Waldorf Astoria, entregándole un cheque por $1.5 mdd a Harry F. Sinclar, representante de la Standard Oil Corp. Con el que se terminó de pagar totalmente la indemnización por la expropiación petrolera mexicana ejecutada por el Presidente Lázaro Cárdenas en 1938, con el entusiasmo y júbilo de todos los Mexicanos que vieron en la expropiación Petrolera el rescate de la dignidad nacional, por lo que no escatimaron sacrificios al aportar hasta sus más preciados tesoros ahorrados, especialmente las clases humildes, para pagar la indemnización a los explotadores extranjeros que explotaban los pozos petroleros del territorio petróleo mexicano.   Mientras tanto, en el barrio fundacional de Analco de la Ciudad de Guadalajara, el día 30 de ese mismo mes de Octubre de 1943, nació Ignacio Román Silva Rodríguez, cuarto y último hijo de la familia constituida por Don José Ignacio Silva Estrada y Doña María Josefina Rodríguez Muñoz. El padre, de oficio Técnico Mecánico, Diplomado en el sistema de instrucción profesional en los Estados Unidos de Norte América, y la madre también profesionista, Química Farmacéutica titulada con la Tesis “Método de coloración de Weight” en 1923, según obra en los archivos de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara.   Al Inge Nacho le precedieron tres hermanas, Delia Guadalupe, quien cursó dos años la carrera de Ingeniería Química en la Facultad de Ciencias Químicas, antes de dedicarse exclusivamente a la conformación de su familia. Le siguió María Josefina, de profesión Maestra  Normalista, con Postgrado en educación en los USA. Y finalmente, su hermana Sara Margarita (de feliz memoria) quien también se capacitó profesionalmente como Maestra Normalista con especialidad en la Normal Superior. Entre los Maestros fundadores de la licenciatura en  Ingeniería Química en la Universidad de Guadalajara, se cuenta al Ing. Roberto D. Lauderdale Estrada, nada menos que tío del Inge Nacho.   Como puede apreciarse, el Inge nacho nació en el seno de una familia en la que se respiraba instrucción, libros, estudio, laboriosidad y la armonía que se nutre de las virtudes que distinguieron a las ejemplares familias Mexicanas de la primera mitad del siglo pasado; un ambiente apacible que propició el temprano desarrollo intelectual del más pequeño de la familia Silva Rodríguez. Estimulado por unos amorosos e instruidos padres, varios tíos profesionistas y tres estudiosas y diligentes hermanas, el infante aquel, pronto mostró una inusual habilidad para las matemáticas; una “precoz manifestación de las habilidades del pensamiento”. Como dicen los modernos pedagogos.   El Inge Nacho Estudió su primaria en la Escuela Abel Ayala, su Secundaria en la No.2 para Varones y su Preparatoria en la Escuela Vocacional, antes de ingresar a la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara, en 1960, para cursar la carrera de Ingeniero Químico.   Ser el más chico de la familia tiene sus privilegios, pero también sus responsabilidades. La cesantía por avanzada edad de su padre, precisó de la subsidiaridad del Inge Nacho desde temprana edad, por lo que trabajó como aprendiz de mecánico, y luego como maestro en la Universidad Femenina, antes de obtener su primer nombramiento como asistente del laboratorio de Fisico-Química en el año de 1963 y su primero como maestro titular de Matemáticas en la propia Facultad de Ciencias Químicas en 1965, recién graduado. El Inge Nacho, también dio clases en la Secundaria No. 4 para Varones, en la Preparatoria No. 3, y en el Colegio Americano.   En una época que a las actuales generaciones les puede parecer fantasiosa, pues aunque el salario mínimo profesional en los años sesenta, era nominalmente semejante al de hoy, y el dólar costaba casi lo mismo de lo que hoy vale, sin embargo el poder adquisitivo era tal, que se podía comprar una residencia de clase media en céntricas colonias, por tan solo mil pesos de enganche y 180 mensualidades fijas de $495.00. Así fue como el Inge Nacho adquirió dos casas sobre la calle Río la Barca de la colonia Atlas, una para sus padres, en 1966, y otra para formar su propia familia, en 1968. Lo que le permitió asistir a sus ancianos padres como hijo providente.   En las inmediaciones del siglo XX aún se cultivaba profusamente el fervor patrio, no solo en las escuelas con la formativa clase de civismo y los reverentes saludos semanales a la bandera y el alegre canto del “Masiosare” conmovedoramente interpretado por las canoras voces infantiles. También se respiraba el fervor patrio en todas las calles de toda colonia, en todas las colonias de toda ciudad y en todas las ciudades, provincias y comunidades rurales Mexicanas. En Guadalajara, además de las celebraciones oficiales, cada colonia festejaba alegremente el 16 de septiembre con una verbena popular que culminaba con la coronación de una reina elegida entre las más bellas jovencitas de la colonia.   En 1964 el Inge Nacho conoció a la Señorita Teresa González Parra, quien recientemente había sido coronada Reina de las Fiestas patrias de la Colonia Atlas; con quien habría de contraer nupcias el 26 de Diciembre del año olímpico de 1968.   Quienes gozamos del privilegio de la amistad del matrimonio Silva González, podemos dar fiel testimonio de la invaluable contribución de Tere al enriquecimiento de los valores humanos y la realización plena del Inge Nacho; siendo un matrimonio ejemplar, simplemente, no podemos concebir al Inge Nacho sin Tere. Tras la ocasional apariencia adusta y taciturna del Inge Nacho, está siempre Tere cautivando con su gentileza, afabilidad y generosidad a cuantos invitados o no, asaltamos su hogar desde estudiantes, so pretexto de la serenata del día del maestro, o por cualquier otro motivo, ya como amigos, disfrutando de esos suculentos manjares de la culinaria mexicana que solo Tere sabe preparar.   Con el devenir del tiempo, el matrimonio Silva González se vio bendecido con la llegada de tres hijas y un hijo: Nacho Silva III, las tres hijas, Contador Público, Tituladas, ejerciendo diligentemente su profesión, y Nacho III, por supuesto, Ingeniero Químico.   No obstante saberse poseedor de un don excepcional de la enseñanza de las matemáticas, reflejado en la receptividad y excelente relación con sus alumnos, el Inge Nacho está constantemente actualizándose asistiendo como organizador, o como ponente o como oyente a cuantos cursos  y congresos de matemáticas avanzadas se impartieron en la Facultad de Ciencias Químicas, o en el Centro Nacional de Cálculo del Intitulo Politécnico Nacional, a los de la Asociación Nacional de Profesores de Matemáticas, o los de la prestigiada y selecta Sociedad Mexicana de Matemática, la cual en su más reciente Congreso Nacional le otorgó al Inge Nacho, un reconocimiento como  “Maestro Distinguido” de las Matemáticas.   El Inge Nacho también es miembro sobresaliente de la primera Generación de la Maestría en Ciencias de la Ingeniería Química de 1975, compañero entre otros conspicuos Ingenieros Químicos, quienes habían sido sus alumnos, Jorge Puig Arévalo, Jesús Álvarez Calderón, Víctor González Romero, Roberto del Río Soto, Juan Humberto Pérez López, y otros. Maestría a la que posteriormente se habría de incorporar como maestro de la misma.   El ingeniero Ignacio Román Silva Rodríguez también desempeñó el cargo de Oficial Mayor de la Facultad de Ciencias Químicas. De 1980 a 1990 fue consejero asesor de la Universidad Pedagógica Nacional. Se jubiló como maestro titular de la Universidad de Guadalajara en 1994, aunque continuó impartiendo su cátedra por cuatro años más como profesor honorario. Así mismo, fue Profesor titular de la Universidad Panamericana, de 1985 hasta su reciente jubilación en Diciembre del 2003.    Actualmente, el Inge Nacho colabora con su sapiencia como asesor de enseñanza en el Centro Universitario de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Guadalajara.   No se puede concluir ninguna relatoria biográfica del Inge Nacho sin mencionar las dos aficiones que practicó con fruición, una finita y la otra infinita, para expresarlo en términos matemáticos; la finita, porque las condiciones del calendario de la vida así lo imponen, fue su afición por la práctica del Basketbol, el cual practicó con intensidad desde niño; usuario asiduo del coliseo municipal, era de los que jugaban hasta que cerraban la puerta; épicas fueron las batallas de Maestros contra  Alumnos en el desaparecido auditorio de la Facultad de Ciencias Químicas; más que por su sobresaliente calidad de juego, que sí la tenía, no faltaron los alumnos que se quejaban, silentemente, de la enjundia (rudeza, decían otros), del Inge Nacho en su ímpetu por ganar siempre.   Su otra afición, la infinita, porque infinito es todo lo que concierne al espíritu, es su gusto  por la música; el Inge Nacho posee muy posiblemente una de las colecciones privadas más extensas de música, de esta Ciudad y sus alrededores.   Siendo la Ingeniería Química, Ciencia y Arte como lo expresa la definición ya comentada; el Inge Nacho, como buen Ingeniero Químico posee una refinada sensibilidad para apreciar la Música, de todo género, pero especialmente la Clásica. El Inge cuenta con cofrades que le acompañan en el selecto mundo de la música clásica, entre ellos, el Inge Rodríguez y el Inge Gómez Ruiz, pero especialmente tres cómplices, que cual niños intercambiando estampas del álbum de la temporada, se reúnen en maratónicas sesiones a degustar su placentera afición, ellos son sus exalumnos, Salvador Fonseca, Héctor Gómez y Juan Humberto Pérez López a quien afectivamente el Inge Nacho le llama, el Joven Humberto. . Otra virtud que practica el Inge Nacho, es la amistad, la cual cultiva con sus ex alumnos, maestros y compañeros. Corresponde generosa y formalmente  con su puntual asistencia a toda convivencia de egresados a la que se le invita, un motivo más por el que sus alumnos de ayer y de siempre nos congratulamos con su homenaje y reconocimiento.    
    I. Q. Salvador Ramírez Tapia.
    Clase de maestro: 
    Destacado
    Semblanza: 
    El Ing. Salvador Ramírez Tapia le entregó 30 años de su vida profesional a nuestra Alma Mater. Jubilado en 1990, inició su labor docente en 1959 distinguiéndose en la impartición de su cátedra de Física, aunque también enseñó matemáticas y ejerció actividades administrativas presidiendo la Sociedad de Profesores y la propia Dirección de la Facultad de Ciencias Químicas, desempeñando exitosamente esta delicada labor, dado su carácter sobrio, discreto, sereno, vertical y eficiente, por lo que se le recuerda como un excelente Director y excelente Maestro de Física; estos logros profesionales inspiraron la frase promocional del evento anual SIQ-2005: “LA FÍSICA EN LA INGENIERÍA QUÍMICA, dirección, esfuerzo, equilibrio y eficiencia”. Términos que describen a la Persona, al Ser humano Salvador Ramírez Tapia, ya que, a la vez dirección, esfuerzo, equilibrio y eficiencia, son variables representativas de su cátedra. Un helicoide fue la imagen del cartel promocional del festejo SIQ/2005, helicoide que nos habla de Física y nos habla de Ingeniería Química, helicoide que bien puede representar un resorte, una resistencia, un condensador,  un intercambiador de calor, etc.   No es necesario resaltar la importancia del conocimiento de la Física en la formación académica del Ingeniero Químico. Baste considerar que “La Ingeniería Química es el Arte y la Ciencia de la transformación de la Materia y/o la Energía en productos útiles a la humanidad, fundada en el dominio de la física, la química y las matemáticas”.   Materia.....  Energía.........transformación o  cambio, ni más ni menos que las variables de la ecuación de Einsten, el padre de la física contemporánea que revolucionó la ciencia y de quien, por cierto, en el mundo entero se conmemoró, en el año 2005, el centenario de la publicación de la teoría de la relatividad, mediante una exposición de su trabajo y objetos personales en el museo Candem Town de Londres y en la Universidad Hebrea de Jerusalén.   Contrario a la idea generalizada, los procesos de la Ingeniería Química pocas veces implican reacciones químicas...... siempre fenómenos físicos....... todos, expresados matemáticamente.   Con el desarrollo de la Ciencia y la Tecnología surgieron las especialidades en los diversos campos de la Ingeniería: Mecánica, Eléctrica, Agronómica, Electrónica, etc, hasta las muy recientes como la Bioingeniería y la aún en ciernes, Ingeniería Metabólica, de la que nos ilustró el Dr. Stephanopulos en la “Cátedra Amunson” del año 2005, en nuestra Alma Mater.   Salvador Ramírez Tapia inició sus estudios profesionales de la carrera de Ingeniería Química en la Universidad Autónoma de Guadalajara, pero en 1947 formó parte del grupo de alumnos que fueron expulsados de dicha institución y que la Universidad de Guadalajara les albergó mediante un plan de regularización al que se adscribió junto con su hermano Francisco y demás compañeros en las circunstancias que se relatan en páginas anteriores de este libro. Después de un año escolar de su proceso de regularización en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara, Salvador Ramírez Tapia optó por trasladarse a la Ciudad de México en donde se formó académicamente como alumno sobresaliente en la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica del Instituto Politécnico Nacional, la famosa ESIME, por lo que, cuando graduado retornó a Guadalajara,  se incorporó  al plantel docente de la Facultad de Ciencias Químicas como Maestro altamente calificado para impartir la cátedra de Física.   Al Salvador Ramírez Tapia, Maestro de Física, se le recuerda apaciblemente, sin angustias ni pesadillas asociadas a los exámenes o calificaciones. Seguramente que mucho influyó la preparación y el dominio de su cátedra, y su dedicación, sin olvidar su elegante caligrafía. Es muy posible que las bases de la física con que llegaban los alumnos de las preparatorias no fuesen tan deficientes como los raquíticos conocimientos de química y matemáticas, por lo que a los Maestros de estas materias les tocó la indeseable misión de desempeñar el papel de ogros.   Para que el excepcional equipo de Mentores de la Facultad de Ciencias Químicas pudiese llevar a cabo su benemérita labor, de “Excelencia Académica” fue necesario, indispensable, el apoyo leal, decidido, a toda prueba, de la Dirección de la Institución. Aquí radica la trascendencia del desempeño, como Director, del Ingeniero Salvador Ramírez Tapia, por lo cual  fue objeto de homenaje durante el evento SIQ-2005. Una labor trascendental desde un puesto administrativo con la que jamás se propuso lucrar, por lo que a El mismo le pasó desapercibida, como quedó de manifiesto el día que el comité organizador de este evento le comunicó la intención de otorgarle este reconocimiento; se mostró sorprendido, posiblemente por tratarse de una labor que desempeñó hace ya 34 años, pero seguramente porque dicha labor la desempeñó sin ostentación de protagonismos fatuos, ni intereses escalafonarios ni mezquinos, sino simplemente por la satisfacción del deber cumplido.   Para entender mejor la relevancia de la gestión del Ing. Ramírez Tapia al frente de la Dirección de la Facultad de Ciencias Químicas conviene recrear el escenario histórico de su período 1971 a 1974; escenario histórico que a las actuales generaciones les puede parecer ajeno, pero no lo es.   En la década de los setenta el mundo se encontraba inmerso en la denominada guerra fría, dividido por un muro imaginario llamado “la cortina de hierro”, en el que de un lado se ubicaban los países socialistas liderados por la URSS, del que en México se sabía muy poco, y del otro, el llamado “mundo libre” liderado por USA. Los países latinoamericanos se significaban por el militarismo y sus continuos golpes de estado; particularmente a los estudiantes de la Universidad de Guadalajara nos tocó vivir muy de cerca el golpe de estado chileno del 11 de Septiembre de 1973, ya que su presidente civil, electo democráticamente y depuesto cruentamente por los militares que le habían jurado lealtad, acababa de visitar a nuestra Universidad, y algunos de los Chilenos expulsados, especialmente del medio universitario e intelectual, llegaron a pedir ayuda en las mismísimas aulas de la Facultad de Ciencias Químicas.    Las expresiones de violencia en el mundo, eran las mismas que las actuales: terrorismo, atentados, secuestros, etc. Por ejemplo, en las Olimpiadas de Munich de 1972, la delegación de Israel fue masacrada por un comando Islámico en la propia villa universitaria. Por cierto, en esa Olimpiada, un alumno de la Facultad de Ciencias Químicas formaba parte de la delegación Mexicana.   Otros hechos relevantes de estos años fue la renuncia, por mentiroso, del presidente Norteamericano; (que lástima, que hoy, hoy, hoy, mentir en México, no es causal de renuncia).   La juventud era mundialmente influida por el esplendor de Hipismo, la moda psicodélica, los pantalones “acampaguados”, la minifalda, el pelo largo, la música de protesta y el excelso aroma del pachoulli. En estos años ocurrió el deceso de los tres grandes Pablos: Picasso, Casals y Neruda, el poeta de moda, recién galardonado con el premio Novel de literatura en 1971, del que no había universitario que se preciare de culto que no portase bajo el brazo los “veinte poemas de amor y una canción desesperada” y se chutase de memoria el más famoso de ellos, que rezaba: “puedo escribir los versos mas tristes esta noche / escribir por ejemplo: la noche está estrellada / y tiritan , azules, los astros a lo lejos/.....El viento de la noche gira en el cielo y canta,. etc...........La misma noche que hace blanquear los mismos árboles / Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, etc.......Y vaya que muchos.....otros (no Ustedes).....ya no son los mismos; es muy posible que a los casados de hace ya tanto tiempo, la poesía de Neruda que a estas alturas del partido se les antoja recitar con mas frecuencia es la que dice: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente”.   Otra nota cotidiana en los medios de los años setenta, la daba la alevosa invasión y guerra obscena de las tropas Norteamericanas a un pequeño país del lejano oriente: Vietnam, que recuerda al Irak de hoy.   En el llamado mundo libre, se debatían dos escuelas de economía política, los Friedmanianos y los Keynesianos, estos últimos sustentaban la participación del estado en los medios de generación de riqueza; estas dos escuelas dominaban las políticas públicas hasta la  llegada del neoliberalismo económico de la mano de Margaret Tatcher con sus leyes del mercado como “quinta esencia” y  remedio para todos los males de la economía, en cuyos resultados viven las actuales generaciones.   En la década de los setenta, México vivió un violento despertar iniciado en 1968 para sacudirse del letargo impuesto por un status quo significado por la simulación o  formalismo legaloide en contubernio con una irredenta apatía cívica de la sociedad, que dejaba sin opción a disentir, así fuese de buena fe y se contase con el peso de la razón.   Como si se tratase de una reacción descontrolada en la que se obtienen  productos indeseados, por todo el país surgieron diversos grupos guerrilleros como el de Jenaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas; y guerrillas urbanas, entre otras, una de alcance nacional denominada: “Liga Comunista 23 de Septiembre”, gestada ni mas ni menos que en las entrañas mismas de la otrora apacible, noble y leal Ciudad, Guadalajara.   Desde los años setenta el Director de la Facultad de Ciencias Químicas, Ing. Salvador Ramírez Tapia, ya había privilegiado lo académico sobre lo dogmático, como norma de su administración.   Seguramente que no le fue fácil. No obstante que la Facultad era, como ya se dijo, una isla dentro de la Universidad, no era ajena del todo a los usos y costumbres de las demás dependencias; por ejemplo, los comités de estudiantes solían sucumbir a la tentación de los usos y costumbres de los comités de estudiantes de las otras dependencias universitarias, los que apoyados por algún miembro de la Nomenklatura usufructuaban un poder que bordeaba en el libertinaje y la impunidad.   El Director Ramírez Tapia también tuvo que sortear este tipo de presiones, como consta en un artículo del periódico estudiantil de la Facultad de Ciencias Químicas correspondiente al mes de mayo de 1971 en el que, si bien en la primera plana se le da la bienvenida como nuevo Director, publicando su currículum vitae, en la página editorial se le advierte lo siguiente, respetando el texto íntegro:   “Nuestra Facultad cruza por una crisis en la que todo mundo debe de colocar su granito de arena para resolverla ya que la mayor parte es la falta de pedagogía de nuestros maestros.   Este tema es uno de los principales que la nueva dirección tratará de resolver.   La masa estudiantil pide constantemente cambios en todos los niveles, pero el más grave se acentúa en el profesorado, ciclo a ciclo las nuevas generaciones presentan ante las autoridades educativas de nuestro plantel inconformidades acerca de uno o varios maestros.   La masa estudiantil es conciente de que se requiere la reforma educativa, esta debe atacarse desde los males que padece la raíz y se deje de practicar esa famosa ley del embudo que tantos estragos ha causado, pues de otra forma esta va a llegar a ser una verdadera crisis estudiantil, con sus consecuentes huelgas de protesta”. Hasta aquí la nota del periódico.   Es justo reiterar, y resaltar, que felizmente los comités de estudiantes de la Facultad de Ciencias Químicas terminaban actuando racionalmente aportando con decoro su cuota de armonía, contribuyendo a que la Facultad nunca fuese caldo de cultivo para el ocio y la delincuencia. Era obvio que los malandrines se sintieran incómodos y fuera de lugar en un ambiente generalizado de intenso estudio y trabajo en el que, como ninguna otra institución, se hace honor al lema fundacional de la Universidad: “Piensa y Trabaja”.   A los Directores de la Facultad de Ciencias Químicas, les hubiera sido muy fácil, y hasta popular, satisfacer las peticiones de quitar a los Maestros incómodos, especialmente a los practicantes de la que llamaban “Ley del embudo”, lo que hubiese significado el fin de la excelencia académica que le ha dado el prestigio nacional e internacional  a la Facultad. Quienes no entendían cabalmente el fenómeno del atípico índice de reprobación de ciertas materias, se referían a éste con la expresión semántica de “Ley del embudo”.   La gestión del Ing. Salvador Ramírez Tapia no solo se distinguió por el firme y solidario apoyo a la plantilla Magisterial, también promovió diversos cursos avanzados para alumnos y Maestros y fomentó vínculos con otras instituciones, entre estos con el IPN, con las Universidades de Zacatecas, Michoacán, y Nayarit, entre otras.   Mención especial merece el apoyo del Director Ramírez Tapia para la realización de los cursos avanzados de la Ingeniería Química que en 1973 y 1974 se impartieron en nuestra facultad con la participación de los paladines de la Ingeniería Química del Mundo, en las circunstancias que ya han sido relatadas.    Estos cursos se convertirían en los precursores del actual Postgrado en Ingeniería Química, que inició su labor en Septiembre de 1975. Es justo que quienes han cursado y estén cursando el postgrado lo sepan, y no se le olvide nunca, que estos proyectos de superación académica tuvieron que solventar infinidad de obstáculos y contratiempos, como lo fue el no recibir el beneplácito ni el necesario apoyo de las autoridades centrales universitarias cuando fueron presentados por primera vez una década antes de la llegada a la Dirección del Ing. Salvador Ramírez Tapia. Así mismo, el Director Ramírez Tapia corriendo riesgos personales, de carácter administrativo, adoptó voluntariamente la protección extraoficial y semi clandestina en la que se gestó la creación del Instituto de Madera Celulosa y Papel.   Estos son solo algunos de los pasajes trascendentes de la gestión del Ing. Salvador Ramírez Tapia como Director de la Facultad. Se narró al principio, que es muy posible  que a El, le hayan pasado desapercibidos, a los hoy egresados no, por ello, aunque 34 años después, es más que justificado el  reconocimiento que se le otorgó al presidir la agenda de eventos SIQ-2005.   El Ing. Salvador Ramírez Tapia nació el 12 de diciembre de 1928, es el quinto de nueve hijos de la familia conformada por Doña María Tapia Clement y el Lic. Don Francisco Manuel Ramírez Brihuega. Le sobreviven sus hermanos Ignacio y Enrique Luis.   Salvador Ramírez Tapia estudió la primaria en el Colegio Cervantes, la Secundaria y la Preparatoria en el Instituto de Ciencias y se graduó de Ingeniero Mecánico en la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica del Instituto Politécnico Nacional.   Realizó sus prácticas Profesionales en el Ferrocarril de Sonora y trabajó en Petróleos Mexicanos, en Tampico Tamaulipas, hasta incorporarse como Catedrático Universitario de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Químicas a partir de 1959 hasta el año de 1990 en que se jubiló.   Además de los treinta años de su cátedra y de su gestión como Director de la Facultad de Ciencias Químicas, presidió en cuatro ocasiones a la Sociedad de Profesores y Apadrinó dos Generaciones de Ingenieros Químicos, la 1970-75 y la 1984-89.   Al Ing. Salvador Ramírez Tapia, desde siempre, le han unido vínculos muy estrechos con la Facultad de Ciencias Químicas, no solo porque fue alumno de la misma en 1948, además, el más famoso maestro de matemáticas de los veteranos fundadores de la Universidad, fue su tío materno, el eminente matemático José Guillermo Tapia Clement, quien impartió clases en todas las carreras técnicas, incluidas las primeras Generaciones de Ingenieros Químicos. Así mismo, es hermano del entrañable y siempre bien recordado Maestro Ing. Quím. Francisco Ramírez Tapia de feliz memoria, y por ende, cuñado de la muy querida Maestra Chavelita, también Ingeniero Químico. Y finalmente, padre de Gabriel Ramírez Caba, Ingeniero Químico egresado en 1994, y por ende, suegro de la  Q.F.B. Ethel Cortés  Ramírez, también egresada de esta Institución. Y consuegro del Ing. Gustavo Cortés Godines, también Ingeniero Químico, Maestro y ex Director de la Facultad.   El Ingeniero Salvador Ramírez Tapia se casó el 20 de Marzo de 1965 con la Señorita Elvia Caba Reséndez, distinguida Dama de Tampico Tamaulipas, con quien procreó 6 hijos y una hija. Una familia funcional que le permite al Ingeniero Salvador Ramírez Tapia vivir el tiempo de la cosecha de la labor cumplida, disfrutando de la dulce compañía de su Esposa, el calor de sus hijos y la alegría de sus 14 nietos, que hoy lo entretienen y le hacen disfrutar la vida.  
    I.Q. Maria Irma Padilla Ayala.
    Clase de maestro: 
    Destacado
    Semblanza: 
    Uno de los tres motivos que sustentan el ya tradicional evento anual “SIQ” “Saber Ingeniería Química” también conocido como la “Semana de la Ingeniería Química” es, agradecer sentidamente mediante un solemne homenaje a Maestros que  han contribuido de manera trascendental a forjar la historia de la Ingeniería Química de la Universidad de Guadalajara. Maestros que dejaron huella por su profesionalismo, generosidad y valores humanos. Maestros Formadores que hicieron mucho más que simplemente cumplir con su deber en las aulas y los laboratorios de esta institución. Maestros que, como Seres humanos de excepción, se distinguen por ser útiles a su prójimo dando siempre, más de lo que reciben.   Por ello, en el año 2001 en el marco del primer festejo anual “Saber Ingeniería Química” se honró la memoria del Ing. Arturo Álvarez Ramírez, y en los años siguientes, afortunadamente aún en vida, al Ing. Antonio Rodríguez Sánchez, al Ing. Hugo Vega Gómez al Ing. Ignacio Silva Rodríguez y al Ing. Salvador Ramírez Tapia. Y en el evento anual SIQ/2006 a la MAESTRA MARÍA IRMA PADILLA AYALA en el que se le agradeció a la Maestra Irma por sus treinta y tres años de vida Profesional invertida en la noble labor formativa de tantas Generaciones de Ingenieros Químicos.   El miércoles 02 de Septiembre de 1959, junto con otros cincuenta y cinco condiscípulos suyos, inició sus estudios de Ingeniero Químico María Irma Padilla Ayala, lo que la ubica como miembro de la treceava Generación histórica ordinaria de Ingenieros Químicos egresados en 1964, de la bien amada y siempre bien recordada Facultad de Ciencias Químicas, hoy Departamento de Ingeniería Química del CUCEI. Por cierto, Generación de Mujeres y Hombres con Nombre y apellido, pero Generación sin nombre, sin denominación, ya que en esos años no se usaba ceremonias de graduación ni banquetes ni bailes ni viajes ni padrinos ni togas ni birretes ni anillos y, ni como hoy se usa, que las Generaciones sean denominadas con el nombre de un Padrino.   A la Maestra Irma y sus compañeros ya les tocó cursar la carrera en las flamantes instalaciones de la Facultad de Ciencias Químicas ubicadas en el campus del entonces denominado Instituto Tecnológico de la Universidad de Guadalajara inaugurado en  1949 en el que se albergaban todas las carreras técnicas;   De 1959 a 1964 durante la formación académica de la Maestra Irma el mundo fue testigo del triunfo de la revolución cubana acaudillada por Fidel Castro y el carismático Ché Guevara. El conflicto de los misiles entre Rusia-Cuba-EUA. Aquellos fatídicos 13 días de octubre del 62 que pusieron al mundo al borde de la conflagración nuclear. La muerte de los Pontífices Pió XII y el Papa Bono, Juan XXIII, así como del inicio del último concilio Vaticano. Del magnicidio de J.F. Kennedy. El mundo de la farándula dominado por Edith Piaff, Marilin Monroe algo así como la Madona de aquellos tiempos, Brigitte Bardot, Gary Cooper, los Beatles y los Yankees de Nueva York de Joe Dimaggio. La primera nave tripulada en el espacio por el Ruso Yuri Gagarin, que le dio dos vueltas a la tierra. El escándalo mundial, por el rechazo del premio novel de literatura por J.P. Sarté. La nacionalización de la energía eléctrica por el presidente Adolfo López Mateos, que ironías del destino, hoy se pretende lo contrario.   Estando cursando el último grado de la carrera de Ingeniero Químico, la Maestra Irma fue invitada a incorporarse al equipo de maestros, recibiendo su primer nombramiento el 30 de Septiembre de 1963, desempeñándose hasta su jubilación el 31 de Diciembre de 1996 con resultados sobresalientes en las cátedras de la Química Analítica de la que llegó a ejercer la jefatura académica, aunque también dio clases de “Física Calor y Termodinámica”. Se actualizó permanentemente asistiendo a cuanto curso, simposio o congreso respecto de su área de especialización estuvo a su alcance, particularmente en los concernientes a Espectrografía, Cromatografía y Resonancia Magnética Nuclear, en donde tuvo como  instructores, entre otros, a los Doctores Joseph Natan y Denis Rhusford. Se convirtió en tenaz promotora y gestora del equipamiento de los laboratorios con los que hoy cuenta esta institución.   La Maestra Irma, conciente de que sus alumnos le llegaban aporreados por las altas exigencias y las consecuentemente bajas calificaciones de los Maestros Arturo y Nacho (circunstancia que los estudiantes describían coloquialmente en aquel eslogan-estribillo: que duro Arturo, que gacho Nacho), se esforzaba generosamente por compensar propiciando un ambiente agradable y distendido en sus clases, sin sacrificar, nunca, la calidad de su enseñanza ni la exigencia del cumplimiento del deber. Entre otros muchos detalles  de su generosidad, organizaba una posada, con bastón de caramelo multicolor para cada uno de sus alumnos, antes de partir a las vacaciones de invierno.   Con sus alumnas fue especial consejera, tenía como principal consejo para ellas: “Niñas, a diferencia de los hombres, el cerebro de la mujer puede atender dos o más asuntos al mismo tiempo, así es que, sin descuidar sus estudios, en primero y segundo échenles el ojo a los muchachos, a partir de tercero, al que pesquen jamás lo suelten”.   La Maestra Irma tuvo muchas alumnas que tomaron su consejo muy en serio, como ley bíblica.   Otra de las anécdotas que la Maestra Irma le comentó de viva voz a quien esto escribe, es la que cuenta que, uno de los atractivos que formaba parte de las instalaciones del Instituto Tecnológico de Guadalajara era un espléndido  y ensoñador jardín botánico adjunto a las instalaciones de la Facultad de Ciencias Químicas, jardín que, además de cumplir sus objetivos científicos, ofrecía una atmósfera inigualable de romanticismo propiciatorio de las expresiones más sublimes del amor, y probablemente algunas no tan sublimes, que le crearon una fama non sancta a aquel inolvidable jardín botánico. Era tal la importancia del Botánico en la población estudiantil femenina de la Facultad de Ciencias Químicas, que existía un parámetro empírico, de esas leyes no escritas que establecía que: si una estudiante era una chica visitante frecuente del Botánico, ello cuestionaba su reputación, pero, si  no había recibido invitación alguna a disfrutar del Botánico a lo largo de su trayecto por la Facultad, ello le cimbraba su autoestima.   A mi generación hasta un cuñado le aportó la Maestra Irma, en la persona de su hermano Fernando, miembro de la Generación 69-74.   La Maestra Irma suele contar con frecuencia la anécdota, tal cual ocurrió uno de los primeros días de clases de nuestra Generación en Septiembre de 1969. Durante uno de los descansos entre clases, estando un grupo de compañeros en los corredores, la mayoría apenas conociéndonos, alguien percibió que desde el estacionamiento se acercaba atractiva dama, que tampoco nadie conocía, por lo que dicho compañero espontáneamente invitó a los demás a “notar” su presencia  y a admirar su atractivo femenino, al voltear a ver todos, provocó la intempestiva respuesta de Fernando: “Es mi hermana Bato” y la reacción inmediata y generalizada, fue: ¡ah cuñado haberlo dicho antes!. Desde ese día y para siempre  Fernando Padilla Ayala es y  será para nosotros el siempre bien recordado,  querido y respetado “cuñado”. Nótese que en esta narración se respetó el léxico ordinario de los jóvenes universitarios de 1969, “Es mi hermana, Bato”, que traducido al lenguaje actual, sería más o menos así: “no manches güey, es mi hermana güey”.  Cuya respectiva respuesta de parte de todos, sería: “ah, que chido, cuñado, que buena onda güey, ya pasamos güey”.   Debo hacer constar, como testigo de los hechos, que la condición de hermanos entre el alumno Fernando Padilla Ayala y la Maestra María Irma Padilla Ayala, no le significó ninguna prerrogativa o canonjía a mi compañero Fernando, tal vez todo lo contrario, porque fue ostensible el escrúpulo y el rigor, en el aspecto de justicia y equidad, con el que trataron a Fernando los demás Maestros, su propio Kardex da testimonio de ello. Esto habla bien de la rectitud y demás valores humanos que caracterizaron a la Maestra Irma durante sus treinta y tres años de labor docente como miembro distinguido del equipo de Mentores de la Benemérita Facultad de Ciencias Químicas.   María Irma Padilla Ayala, nació en la Ciudad de Guadalajara el primero de Diciembre de 1942, en el seno de la familia formada por Doña Felicitas Ayala González y Don David Padilla Hernández. Es la segunda de nueve hermanos, cinco mujeres y cuatro hombres, todos vivos a excepción de Oscar, de feliz memoria.   La Maestra Irma cursó la Primaria y la Secundaria en la Escuela Normal Occidental y la Preparatoria en el Colegio Internacional y la Escuela Vocacional de la Universidad de Guadalajara. La licenciatura, como ya se asentó líneas arriba, en la Facultad de Ciencias Químicas de 1959 a 1964. Realizó sus prácticas profesionales en la empresa “Productos de Maíz” y en los laboratorios de cromatografía de gases y Química analítica de la refinería de Salamanca de “PEMEX” abriendo camino para innumerables egresados de nuestra Alma Mater que por recomendación expresa de la Maestra Irma se habrían de  incorporar a esa empresa.   Al cumplir treinta y tres años de labor docente en la Universidad de Guadalajara, la Maestra Irma fue jubilada, muy joven aún, y conciente de que su realización plena es la enseñanza, se incorporó de inmediato al CETI, en donde desde 1997, y hasta la fecha de hoy, imparte diversos cursos en el área de análisis.                                
    Prof. Armando García Uribe.
    Clase de maestro: 
    Destacado
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    M. en A. I. Q. Gregorio Vázquez Guerra.
    Clase de maestro: 
    Destacado
    Semblanza: 
    El Término “DECANO” es la denominación de un reconocimiento especial generalmente otorgado al Catedrático más antiguo vinculado a una Institución Universitaria. Esta figura académica tiene su origen en la estructura jerárquica de las primeras Universidades del mundo, las que a su vez la heredaron de los centros de formación de la iglesia. Hoy mismo, el clero, la diplomacia internacional, congresos parlamentarios y muchas universidades de diversos países conservan esta figura en sus estructuras constitutivas. Además de la antigüedad de la vinculación del Catedrático con la institución, y de la calidad de su cátedra, son considerados otros atributos (créditos, méritos y virtudes) para el nombramiento formal de Catedrático Decano, como puede colegirse del texto con que se describe el término DECANO en la página Web del Instituto Politécnico Nacional IPN: “El Decano representa el conocimiento y la experiencia unidos para lograr el respeto y la confianza de su comunidad. La autoridad moral y una actitud de liderazgo son dos características intrínsecas en su persona. Los Decanos desempeñan sus funciones en torno al rescate del patrimonio histórico y cultural, así como a la participación como factor de apoyo, estabilidad y continuidad en las escuelas, centros y unidades de enseñanza y de investigación; además de preservar y difundir el pensamiento, filosofía y objetivos de la Institutución, dentro y fuera de la comunidad Universitaria. Nuestra Universidad de Guadalajara, como muchas otras universidades mexicanas, no contempla en su Ley Orgánica este nombramiento formalmente, sin embargo, resultaría muy oportuno que en el marco de los festejos conmemorativos del “lX Aniversario de la Ingeniería Química en la Universidad de Guadalajara”* que se propone realizar nuestra Alma Mater, se reconozca, aunque extraoficialmente, al  Maestro Gregorio Vázquez Guerra como el “Decano de la Ingeniería Química de la Universidad de Guadalajara”, en virtud de que, como se verá a continuación, cumple sobradamente con este perfil. *.- En el año 2008 se cumplen 60 años de que se registran los primeros Ingenieros Químicos Titulados egresados de la Universidad de Guadalajara. En páginas anteriores se describen las circunstancias especiales en que esto ocurrió. Las autoridades universitarias han convocado  a la comunidad de egresados a una agenda de eventos para conmemorar “60 años de la Ingeniería Química en la Universidad de Guadalajara”. DESCRIPCION DE MERITOS ANTIGÜEDAD-VINCULACIÓN-EXPERIENCIA-IDENTIDAD-TRASCENDENCIA   Como ya se explicó en páginas anteriores, de este libro, la Carrera de Ingeniero Químico fue instituida en 1934 en la Universidad de Guadalajara, pero dada la inestabilidad política, que también se narra, fue hasta el curso escolar 1946-1947 que se reactivó la carrera de Ingeniero Químico con la apertura del primero de los cinco grados (anuales) del mapa curricular de esta carrera, al cual se inscribieron los primeros 16 alumnos. Para el curso escolar 1947-1948 ya contaba la Universidad de Guadalajara con el primero y el segundo grado de la carrera de Ingeniería Química; para este curso escolar se inscribieron 38 alumnos de primer ingreso, uno de ellos de nombre: Gregorio Vázquez Guerra. Valga recordar que en los años aquí relatados, la sede de la Facultad de Ciencias Químicas estaba ubicada en el mismo edificio de la Rectoría General de la Universidad en la confluencia de las avenidas Juárez y Tolsá (hoy, Enrique Díaz de León). Fue hasta con la emisión de la Ley Orgánica del 05 de Enero de 1950 que la Facultad de Ciencias Químicas cambió la sede sus instalaciones al pasar a formar parte del recién inaugurado Instituto Tecnológico de Guadalajara ITG. De esta manera el Maestro Vázquez Guerra ha estado vinculado con la Ingeniería Química de la Universidad de Guadalajara a través de toda su historia activa y todas sus sedes, como testigo y protagonista con diferentes facetas, como alumno destacado, como fructífero egresado y como Maestro prolífico, aún en funciones en la plenitud de sus ochenta y un años de edad.   El alumno Gregorio Vázquez Guerra provenía de la Escuela Preparatoria del “Instituto de Ciencias” perteneciente a la estructura educativa Jesuita que contaba a la sazón con el “Instituto Mendeleiev”, una institución de educación media-superior de carácter privado y extraoficial que impartía carreras técnicas, entre estas la de Químico Laboratorista y la de Químico Industrial, por lo que en los programas educativos de la preparatoria Jesuita se impartían materias opcionales de mayor intensidad y profundidad a los alumnos que aspiraban vocacionalmente a estas carreras, dichas materias fueron impartidas por un  legendario Profesor del Instituto de Ciencias, el P. Rafael Herrera S.J., y el también afamado Matemático José Tapia Clelment, quienes se distinguieron por incentivar con eficacia el aprendizaje de la Química, de la Física y de las Matemáticas; esta circunstancia, fortuita, le permitió al alumno Vázquez Guerra iniciar su formación académica profesional con un nivel sobresaliente con respecto al grupo de primer grado de la carrera de Ingeniería Química de la Universidad de Guadalajara, ya que la mayoría de estos alumnos provenía del sistema escolarizado ordinario. Evidenciar un nivel académico sobresaliente propició que algunos de sus Profesores, durante el primer año de la carrera, le asignaran al alumno Gregorio Vázquez Guerra, funciones extraoficiales  de asistente.     Siendo tan pocos los condiscípulos y otras las circunstancias socioculturales de la Guadalajara de las inmediaciones del siglo XX, seguramente fue fácil cultivar una relación cuasi fraternal con todos los compañeros, sin embargo fue con tres de ellos con los que el alumno Gregorio Vázquez Guerra convivió más intensamente y compartió proyectos, afanes y realizaciones: Luis Guizar Ruiz, Agustín Levy Villegas y Manuel Villaseñor García. Inquietos, con sanas ambiciones del conocimiento, entusiastas y audaces, este grupo de amigos-condiscípulos promovieron, con resultados inusitados, la constitución de una “Sociedad Científica de la Ingeniería Química”,  desde su propia comunidad universitaria, a la que invitaban a pertenecer y colaborar a maestros y alumnos, no solo de la Facultad de Ciencias Químicas; sin inhibiciones ni temor a ser considerados chiflados o ilusos, emprendieron una intensa campaña epistolar a todas las Universidades e instituciones de impartición de la Ingeniería Química en México y hasta algunas Universidades de Estados Unidos de Norteamérica; sus expectativas fueron tan optimistas, que no les sorprendió recibir respuesta de felicitación y ofrecimiento de apoyo de algunas Universidades, entre estas, de la Universidad Nacional Autónoma de México, y de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica del Instituto Politécnico Nacional. Pero la respuesta que más les llenó de orgullo y satisfacción fue la del mismísimo Albert Einstein, quien desde la Universidad de Princeton les envió una carta-mensaje en la que, además de felicitarlos, les instaba a “que no se apagara su espíritu de búsqueda del conocimiento”. Esto motivó que las autoridades universitarias les otorgara cierto crédito, respeto y consideraciones, a los miembros de esta asociación de estudiantes que, con documento en mano, se consideraban ahijados nada mas y nada menos que del científico más famoso y acreditado del mundo; circunstancia que se tradujo en que, en 1950 la Dirección de la Facultad de Ciencias Químicas les otorgara, en comodato, un recinto especial para alojar, como sede, a la flamante “Sociedad Científica de la Ingeniería Química de la Universidad de Guadalajara”. Les fue asignado el Salón Izquierdo, al bajar las escaleras de la planta alta de la Facultad de Ciencias Químicas, en las recién estrenadas instalaciones del Instituto Tecnológico de la Universidad de Guadalajara. Como preciada joya colgó de marco especial la carta con firma autógrafa de puño y letra de su “Padrino” Albert Einstein en la pared principal de dicho recinto en donde se llevaron a cabo periódicamente las sesiones formales, y solemnes, que dieron vida a dicha “Sociedad Científica” durante el resto de su formación académica, hasta que egresaron graduados de su Alma Mater sus socios fundadores. El entusiasmo, la laboriosidad y la generosidad de estos jóvenes aspirantes a Ingenieros Químicos canalizados a través de su “Sociedad Científica” se tradujo en un legado consistente en un buen número de libros técnicos y revistas de divulgación científica que adquirieron con las cuotas que se auto impusieron, y que donaron a la incipiente biblioteca de la Facultad de Ciencias Químicas al emprender la conquista de su propio destino, al egresar de la Facultad.   Las altas miras de estos pioneros estudiantes de la Ingeniería Química les llevó a confrontarse con las autoridades universitarias en demanda de mayor nivel académico, autoridades que ciertamente se esforzaban para solventar la precariedad y las dificultades propias del arranque de esta nueva carrera universitaria, y de quienes encontraron, afortunadamente, apoyo y comprensión, especialmente del Director de la Facultad Prof. Luis Medina G. y del Rector General  Matute Remus quien, como se narra en otra parte de este libro, hizo traer de diversas Universidades Europeas a distinguidos Maestros para la Escuela de Arquitectura y para la Facultad de Ciencias Químicas, al mismo tiempo que para canalizar los ímpetus de los alumnos que se esforzaban más allá del ordinario cumplimiento de sus deberes académicos, fue creado el “Departamento de Investigación del Instituto Tecnológico de Guadalajara” en el que extracurricularmente participaban Maestros y alumnos; los miembros de la “Sociedad Científica de la Ingeniería Química” fueron de los más entusiastas colaboradores de este Departamento de Investigación, en el que el alumno Gregorio Vázquez Guerra fue adoptado como asistente por el afamado investigador Dr. Ricardo Zaldumbide, coordinador general de investigación.   El primer mapa curricular académico de esta carrera de Ingeniería Química incluía de manera muy importante un intenso y extenso programa de “prácticas profesionales” multi temáticas, circunstancia que coadyuvaba a contrarrestar las eventuales deficiencias del “arranque” académico del área presencial (clases teóricas), ello ofreció a los alumnos una muy valiosa oportunidad de capacitarse, en gran medida, en el campo del ejercicio profesional.      El alumno Gregorio Vázquez Guerra realizó prácticas profesionales en diversas empresas, una de estas, Celanese Mexicana, S.A. en su planta de Zacapu, Michoacán, este antecedente significó el pasaporte directo para que, al terminar sus estudios profesionales de licenciatura, el flamante Ingeniero Químico Gregorio Vázquez Guerra iniciara una muy fructífera relación profesional con esta empresa.   Ya titulado, el Ingeniero Vázquez Guerra también desempeñó su valioso ejercicio profesional en las empresas: Cyanamid de México, S.A.; Novaflex, S.A.; Flexipak, S.A.; HTV Plásticos, S.A. de C.V, Multiservicios de Arte y Grabado, S.A. de C.V y Consultores Vázquez y Velásquez, S.A. de C.V. Como puede verse, algunas de estas empresas, prototípicas para el ejercicio profesional de la Ingeniería Química.   Al Maestro Gregorio Vázquez Guerra le gusta relatarlo, con justificado tinte de orgullo, cómo tuvo la fortuna de desempeñar el ejercicio profesional de la Ingeniería Química en todos los niveles, “desde ayudante de investigador hasta director general y presidente, pasando por jefe de turno, jefe de departamento, jefe de área, superintendente, gerente de materiales, gerente de planta y director de operaciones de manufactura e ingeniería”.   Entre otros relevantes datos de su extensa bitácora curricular profesional en el medio Industrial, entre la década de los sesenta y la década de los setenta, el Ingeniero Gregorio Vázquez Guerra dirigió cinco proyectos de más de cincuenta millones de dólares cada uno (de los dólares de ese tiempo), en todas sus etapas: Concepto, Ingeniería Básica, Ingeniería de detalle, Construcción, precomisión, comisión, arranque, entrega a producción y estabilización. Además, dirigió el arranque de dos plantas químicas en Centroamérica, entre otros innumerables proyectos que ha tenido a su cargo.   “que no se apague el espíritu de la búsqueda del conocimiento”   Es una norma de vida en la Persona de Gregorio Vázquez Guerra, norma que en el ámbito profesional es ampliamente acreditada por los diversos cursos de postgrado que lo mantienen ejemplarmente actualizado y vigente:   En 1960 “Especialización en Ingeniería Industrial en la Pennsylvania State University”.   En 1970 “Especialización en Liderazgo, en el New York Research Institute of América”   En 1975 “Especialización en Seguridad Industrial en the American Cyanamid Company en Wayne, New Jersey.   En 1980 “Especialización en Dirección de Empresas, en el (IPADE) Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas,  Campus México, D.F.   En 1994 “Diplomado en Administración de la Energía. CONACYT-UNAM-CONAE”   En 2000 “Maestría en Administración. En el (CUCEA) Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas de la Universidad de Guadalajara.   La sobresaliente productividad profesional del Ingeniero Químico Gregorio Vázquez Guerra significó un valioso vínculo que abrió las puertas de la contratación de innumerables Ingenieros Químicos recién egresados de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara para las empresas Celanese, Cyanamid y diversas empresas subsidiarias de estas, en sus bastos programas de expansión a lo largo de toda la república Mexicana.    En cuanto su agenda profesional en el campo de la Industria se lo permitió, el Ingeniero Gregorio Vázquez Guerra se incorporó al cuerpo docente de su Alma Mater, impartiendo clases como Profesor por asignatura, durante varios años, y fue a partir de 1976 que asumió sus cátedras con carácter de Maestro de tiempo completo, transmitiendo su sabiduría y su basta experiencia profesional no solo en el aula, también en todos los ámbitos de la docencia y la investigación académicas, como lo demuestran  sus registros curriculares:   .- Autor del Libro de texto “Tecnología de Procesos Químicos”  dos ediciones, la segunda de estas también en formato electrónico, convirtiéndose en la primera edición de este tipo del Departamento Editorial de la Universidad de Guadalajara.   .- Autor del Libro de Ética “Mentes Brillantes, Corazones Nobles, Voluntades Férreas” dos ediciones.   .- Coautor y Editor en jefe, del Libro “Setenta y Tantos Años de Evolución en Ingeniería Química”.   .- Autor del Libro “Cartilla Gramatical para Ingenieros”   .- Ha sido Director de Tesis, Presidente, Secretario o Vocal en DOSCIENTOS CINCO  exámenes Profesionales o actos de Titulación.   .- Ha sido elegido SIETE OCASIONES Padrino de Generación por las siguientes generaciones: de Ingenieros Químicos 1972-1977; 1974-1979; 1988-1993; 1990-1995; 2000-2005 y 2003-2008, así como de la Generación 1997-1999 de la Maestría del Campus Ocotlán.   .- Miembro activo de la Comisión de Calidad para la Certificación del CUCEI en ISO 9001-2000 (actualmente en vigencia).   .- Las Cátedras que ha impartido (y continúa impartiendo) son: Tecnología de Procesos Químicos, Administración de Plantas Industriales, Gestión de Proyectos, Química Industrial, Historia de la Tecnología,  Organización Industrial, Legislación Industrial, Ética Industrial, Control de Calidad, Prevención de Pérdidas, Seguridad Industrial. Algunas de estas Cátedras también las ha impartido en el CUCIENEGA, en el ITESO y en la Universidad Panamericana Campus Guadalajara, a nivel licenciatura y a nivel de Maestría.   Para quienes tuvimos la fortuna de ser sus alumnos en los tempranos años de la década de los setenta, el Ingeniero Químico y Maestro Gregorio Vázquez Guerra que, a la sazón, además de sus cátedras, desempeñaba altos puestos ejecutivos en la Industria y en el gremio institucional profesional, encarnaba una figura, un ejemplo, un prototipo, que nutría la inspiración vocasional de quienes nos encontrábamos en pleno proceso de formación académica. Maestro, Ingeniero Químico exitoso en el ámbito profesional de la industria, ampliamente reconocido, valorado y remunerado. Percibido por la mayoría de sus alumnos como un  individuo sobresalientemente culto, elegante y distinguido. Capturaba la atención de sus alumnos con la autoridad implícita de quien pregona el conocimiento con causa, de hechos y de palabra, con ostensible perfección y propiedad en el manejo del lenguaje. Líder de opinión en todos sus ámbitos personales: Técnico, Científico, Cultural, Social, como miembro activo del Instituto Mexicano de Ingenieros Químicos IMIQ desde 1962, del que ha sido Director en siete ocasiones y Presidente de la Sección Guadalajara en los períodos 1978-79 y 1995-96. Columnista de opinión en diversos medios, entre estos, el periódico “El Occidental”, miembro del Consejo Consultivo de Ecología de Guadalajara, Secretario del Club de Periodistas “El Despertador Americano”, Articulista de divulgación científica, entre otros.   El amplio bagaje del saber de Gregorio Vázquez Guerra, que le hacen dueño de una notable cultura universal, es producto no solamente de su formación académica en las aulas, es evidente que también, o más aún, de su disciplina personal de cada día en pos de su inagotado afán de conocimiento, y  por supuesto, del hombre y sus circunstancias, en las que la raíz familiar aporta un invaluable legado al respecto.   “Voluntades Férreas”, el subtítulo de uno de los libros escritos por Gregorio Vázquez Guerra, bien podría ser un epígrafe de la biografía de este Autor que, desde el seno materno, toda su niñez y parte de su adolescencia, vivió junto con todos los miembros de su familia, circunstancias adversas extraordinarias, de esas que al hacer un “corte de caja” en el saldo de la vida, hacen válido el adagio que sentencia que, “lo que no te mata, te fortalece”.   Gregorio Vázquez Guerra fue el segundo de siete hijos (dos mujeres y 5 hombres) de la familia conformada por Pedro Vázquez  Cisneros y Consuelo Guerra Izquierdo. Pedro Vázquez Cisneros, abogado de profesión, periodista de vocación, propietario editor del semanario “Época”.    Desde su origen hasta nuestros días, el periodismo libre e independiente que ejerce la libertad de prensa, suele ser sujeto de persecución por los gobiernos de todos los signos políticos que detentan el poder; para el editor del semanario “Época” no fue la excepción, pues a los que ejercían el poder (con minúscula cuando se ejerce más con las armas que con la ley) no les gustaban las opiniones que se vertían en dicho semanario con respecto al conflicto suscitado entre el clero y el gobierno mexicano a partir de 1926. No le valió al editor patentizar con toda claridad su criterio editorial libre, soberano e independiente de las partes beligerantes,  por lo que, para salvar su vida y la de su familia, Pedro Vázquez Cisneros se vio en la necesidad de huir al exilio con su esposa embarazada a punto de dar a luz, refugiándose en la ciudad del Paso Texas, en donde el 23 de Enero de 1927 nació el niño Gregorio Vázquez Guerra, quien de acuerdo con el Artículo 30, apartado A, inciso II, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, Gregorio Vázquez Guerra es Mexicano por Nacimiento, tal y como quedó registrado legalmente con el Certificado Nº 2830.    Contando con la protección de familiares, organismos civiles y del gremio periodístico internacional, el editor del semanario “Época” se propuso relanzar su publicación desde el exilio, pero le fue impedido pasar la frontera a dicha publicación, por lo que hubo de cancelar el proyecto editorial con sus consecuentes pérdidas económicas, agravando más las condiciones de vida en la penumbra de la semiclandestinidad de la familia Vázquez Guerra para salvaguardar su integridad.   Tras el armisticio del conflicto armado, la Familia Vázquez Guerra retornó a Guadalajara, por un breve tiempo, ocultándose en el sigilo de diversas casas de familiares, hasta que, con la expectativa de encontrar condiciones más seguras y propicias para establecerse, la familia se trasladó a la gran metrópoli del Distrito Federal, sin embargo tal pretensión no se vio cristalizada en la realidad, por lo que, para no escatimar precauciones, Pedro Vázquez Cisneros trasladó a su familia a la Ciudad de San José, Capital del hermano país de Costa Rica. El retorno definitivo de la Familia Vásquez Guerra a la natal Guadalajara habría de esperar hasta el año 1938, cuando Gregorio contaba ya con nueve años de edad.   Conformar una familia funcional con siete hijos (2 mujeres y 5 hombres) superando tantas vicisitudes, y por sobre ello proporcionarles un ambiente de valores y cultura, da como resultado trascendencia, Profesionistas todos, ellos y ellas, que se distinguieron y se siguen distinguiendo, por alzar la voz participativamente en la sociedad.   Es digno de relatarse esa legendaria confrontación de opiniones divergentes sobre diversos temas científicos que mediante una elegante y enriquecedora esgrima epistolar que entablaron los hermanos Pedro y Gregorio Vázquez Guerra a través de sus columnas respectivas en el Diario “El Occidental”, la vehemencia de ambos en la defensa de sus argumentaciones científicas llegó a confundir a muchos lectores quienes colegían de esta disputa, aunque de altura, intensa confrontación, un antagonismo personal irreconciliable entre estos ilustres hermanos, pero, por supuesto, esta percepción era totalmente equivocada respecto de la realidad, pues desde siempre, Gregorio y Pedro se profesan, como todos los miembros de su familia, un ejemplar fraternal afecto. No podría ser de otra manera en los productos de un hogar funcional conformado por un padre que predicó con su propio ejemplo la congruencia entre lo que se dice, lo que se piensa y lo que se hace, y una Madre virtuosa, excepcionalmente sensible, no solo en la formación de sus hijos, también en la práctica de las bellas artes, especialmente la pintura, la poesía y el piano.   El Ingeniero Gregorio Vázquez Guerra conformó su propia familia al casarse con la distinguida Señorita Beatriz Urbieta Castellanos, con la que procreó seis hijos, y en 2008 cuenta ya con dieciocho nietos, año en el que, por cierto, se encuentran celebrando sus bodas de oro matrimoniales, otro gratificante ejemplo de vida. Como queda constatado, Gregorio Vázquez Guerra en la plenitud de sus 81 años tiene un saldo de vida lleno de realizaciones (y contando) en todos sus ámbitos, como Esposo, como Padre, como Hermano, como Ingeniero Químico, como Maestro, como Ciudadano ejemplar, como digno “Decano de la Ingeniería Química de la Universidad de Guadalajara”.  
    Prof. Ignacio Gómez Ruiz.
    Clase de maestro: 
    Destacado
    Semblanza: 
    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO: Tala, Jalisco, México. 11 de Enero de 1935 ETUDIOS: PRIMARIA, SECUNDARIA Y PREPARATORIA: Colegio Cervantes de Guadalajara LICENCIATURA EN INGENIERÍA QUÍMICA: Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara. Miembro de la Generación 1953-1958. Fecha de TITULACION: 06 de Diciembre de 1958 con la presentación aprobatoria de su examen Profesional y de su Tesis: “Diseño, Construcción y Experimentación de un Reactor Químico para producir Resinas Alquílicas”. ESTUDIOS DE POSTGRADO: Programa Especial de Postgrado en “Ingeniería Industrial Aplicada” en la “Penn State University”, bajo la Tutoría del Profesor B.W. Niebel, en la ciudad de Pennsylvania, USA.1958-1959   Mediante concurso de selección le fue otorgada la “BECA UNESCO”, para cursar el programa de Postgrado: “Tecnología y Organización Industrial” en Eidgenössische Technische Hochschule Zürich, conocido generalizadamente como ETH  (Politécnico Federal de Zurich, Suiza) bajo la Tutoría del Dr. H. Hopff. 1961-1963. Esta Institución es mundialmente reconocida y famosa por contar en su plantilla Magisterial a Albert Einstein y otros 20 Premios Nobel, dos de estos: el Doctor Leopold Ruzicka (P.Nobel de Química, 1939) y el Doctor Vladimir Prelog (quien ganaría el P.Nobel de Química en 1975), fueron Maestros de Química Orgánica I y II, del entonces alumno mexicano de Postgrado Ignacio Gómez Ruiz. Así mismo, su Tutor, el Doctor H. Hopff, fue POSTULADO en tres ocasiones para recibir el Premio Nobel de Química. OTROS CURSOS: (Cursados durante su ejercicio Profesional) “Diplomado en Administración de Empresas” por la Universidad Autónoma Metropolitana. “Planeación Industrial y Desarrollo de Proyectos” en México Management Center. “Seguridad en el Trabajo” en el Instituto de Capacitación de Ciba-Geigy en Basilea, Suiza. “Administración por objetivos. Role Playing” en México Management Center. “Capacitación Industrial y Seguridad” en la Universidad de Basilea, Suiza.   ESTUDIOS PARACURRICULARES: “Bell Canto”, 1955-1958 en el Conservatorio de Música de la Universidad de Guadalajara, bajo la dirección especial de la Maestra Lucelle Mc. Chassney. “Diplomado en Metafísica”, Universidad ITESO, Programa de Diplomado 1956, impartido por, el hoy laureado eminente pensador: Pbro. A. Ruiz Medrano “Diplomado en Psicología Aplicada”, Universidad ITESO, Programa de Diplomado 1957, impartido por el Dr. Pbro. Rafael Rodríguez “Curso de Historia de México”, 1953, impartido por el Maestro José María Zaldumbide, Maestro Emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México. “Curso de Historia Universal”, 1954, impartido por el Maestro Francisco Javier Martínez, eminente Historiador de la Universidad de Salamanca, España. EJERCICIO PROFESIONAL: 1963-1969.- “Técnica Mexicana, S.A.” desempeñando las siguientes funciones: Gerente de Ventas y Gerente Administrativo. 1969-1977.- “Ciba-Geigy de México, S.A.” desempeñando los siguientes puestos: Gerente de Control de Calidad, Gerente de Producción, Gerente de Seguridad y Capacitación Industrial. 1977-1983.- “Productos Químicos Industriales, S.A.de C.V.” Gerente Administrativo. 1978-1991.- “Fábrica de Detergentes y Jabones Sánchez y Martín, S.A. de C.V.” Consejero Externo de Capacitación y Seguridad Industrial. 1959-1961, y 1963-1991 Catedrático Universitario de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara. Profesor de Tiempo Completo de 1971 a 1991. Jefe del Departamento de Física de 1972 a 1991. Impartiendo las siguientes materias: Física II (Calor y Termodinámica). Física II (Termología, movimiento ondulatorio, óptica y acústica y electricidad). Prácticas Orgánicas. Higiene y Seguridad Industrial. Director de 117 Tesis Profesionales de Postulantes al grado de Licenciatura en Ingeniería Química en la Facultad de Ciencias Químicas de la UdeG. Sinodal Jurado en 193 Exámenes Profesionales de Postulantes al grado de Licenciatura en Ingeniería Química, en la Facultad de Ciencias Químicas UdeG. Padrino de la Generación 1983-1988 de Ingenieros Químicos de la Universidad de Guadalajara. Socio Fundador del “Instituto Cultural Emmanuel Mounier A.C. “y Director Administrativo del mismo, en funciones, desde su fundación en 1989. Desde Septiembre de 1990, es Maestro Jubilado de la Universidad de Guadalajara. ASOCIACIONES PROFESIONALES: Miembro del “Instituto Mexicano de Ingenieros Químicos IMIQ” desde 1963, electo Presidente de la Sección Guadalajara en dos ocasiones: 1967 y 1971. Miembro de la “Sociedad Química de Guadalajara” Miembro de la Asociación de “Ingenieros Industriales de Jalisco” Miembro de la Asociación de Proveedores Químicos     IDIOMAS QUE DOMINA AL 100%: castellano, inglés, alemán e italiano. CREDITOS ESPECIALES:          La Generación 1953-1958 de Ingenieros Químicos de la Universidad de Guadalajara coincidió, en el tiempo, con el período en que desempeñó el cargo de Director de la Facultad de Ciencias Químicas el Doctor Amado Ruiz Sánchez, quien se distinguió particularmente por impulsar la Excelencia Académica, como lo demuestra el hecho de que, a la postre, habría de fundar y dirigir, ad-perpetuam, la Escuela de Graduados de la Universidad de Guadalajara. Imbuidos por el espíritu de superación del Doctor Amado Ruiz Sánchez, esta Generación 1953-1958 de Ingenieros Químicos, propugnó por la implantación de un nuevo Programa Académico para la Carrera de Ingeniería Química, hasta lograr que, justamente, cuando se encontraban en el cuarto año escolar, último del programa vigente, las Autoridades Universitarias les concedieron la opción de optar por la terminación de su curricula académica con el programa vigente, u optar por la aplicación del nuevo Plan de Estudios, por el que habían propugnado; lo que implicaría extender un año más su estancia en la Facultad de Ciencias Químicas. Esta decisión se sometió a escrutinio democrático de los Alumnos miembros de esta Generación. Sucedió que este escrutinio se realizó mientras el alumno Ignacio Gómez Ruiz se encontraba, circunstancial y momentáneamente ausente, y en virtud de que el resultado había quedado empatado, al regresar al Aula el alumno Ignacio Gómez Ruiz, decidió, con su voto, que el nuevo Plan de Estudios se aplicara de inmediato. Otro dato histórico que asienta la excepcionalidad de esta Generación, además de ser la primera que cursó la carrera con el nuevo Plan Académico de cinco años,  es el hecho de que fueron llamados a colaborar, de inmediato, como nuevos Maestros, en la implantación de dicho plan de estudios, seis de los alumnos más destacados: Ignacio Gómez Ruiz,  Arturo Álvarez Ramírez,  Roberto Orozco Rodríguez,  José Eduardo Ochoa Altamirano, Carlos Enrique Quezada García y Hugo Hiram Godínez Guerra. Los seis nuevos Maestros, congruentes con sus afanes de Excelencia Académica, cursaron programas de postgrado en el extranjero, precisamente para incrementar el nivel académico de la Facultad de Ciencias Químicas, cuando aún no existía Conacyt, ni Proulex,  lo que implicaba esfuerzos y gestiones excepcionales. Este distinguido grupo de nuevos Maestros fue factor importante para conseguir que el hoy Maestro Emérito de la Universidad de Guadalajara, Héctor Antonio Rodríguez Sánchez, se incorporara, con ellos, a la plantilla de Maestros de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara, circunstancia histórica relevante, dada la trascendencia de los vínculos Académicos de las Universidades de California (Berkeley) y Minnesota, con la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara, promovidos por el Maestro Rodríguez Sánchez,  pero especialmente por la reconocida Excelencia Académica que adquirió la Carrera de Ingeniería Química a partir de estas circunstancias históricas.  
    I.Q. Juan Manuel Baltazar.
    Clase de maestro: 
    Emérito
    Semblanza: